El beso en la boca que ayer le dio Pablo Iglesias a Xavier Domenech me recuerda al que le dio Gorbachov a Erich Honecker antes de sentenciarlo al destierro político que le llevó a morir de cáncer en Chile, o al que le da en público el capo mafioso a otro miembro del clan antes de traicionarlo.
Tal vez sea porque me gusta el cine negro y la novela de intriga pero veo muchas similitudes entre ciertos políticos que se dicen nuevos y sin embargo son más antiguos que Judas o Caín, porque tienen las alcantarillas como el medio natural en el que chapotean.
Esta es la imagen premeditada que ayer quiso dejar Pablo Iglesias en el debate de investidura de Pedro Sánchez, porque el líder de Podemos es un artista de la escena y los mensajes gestuales para su parroquia.
Ayer actuó como Don Vito Corleone, fijando su territorio, y dejó cristalino que ningún grupo, salvo Podemos y sus socios, se merece vivir políticamente hablando en el paraíso que quieren construir, y que cuando tome el poder por asalto, a los demás solo les quedara el gulag.
Iglesias no improvisa nada – ni siquiera cuando miente y dice que es socialdemócrata – y ayer una vez más tomó posesión del Congreso, en vez de pronunciar un discurso dio un mitin, humilló a unos e insultó a otros y dejó claro que él ha llegado al escaño junto, con sus otros 68 diputados, a romper la baraja y de paso las instituciones, y alguno se lo está poniendo fácil.
Llamó franquista a Rajoy, falangista a Rivera y heredero de asesinos a Sánchez, con lo que no es que rompiera puentes que jamás han existido, sino que marcaba su territorio en el que no caben ninguno de ellos, ni las personas a las que representan
Siempre he pensado que “por sus hechos los conoceréis y por sus palabras los calaréis”.
Pablo Iglesias ayer se comportó como le pedía el cuerpo y exhibió su naturaleza de político que desprecia a todos los demás del arco parlamentario.
Él nunca ha negado que quiere demoler el actual sistema político y sustituirlo por otro desde sus bases, y no ha ahorrado gestos, desprecios, descalificaciones e insultos a diestra y siniestra, porque ha querido dejar claro que Podemos ha llegado al Congreso como paso previo a la demolicion de una historia de convivencia