José Luis Rodríguez Zapatero, junto con los ex presidentes de República Dominicana y de Panamá, regresa a Venezuela invitado por el gobierno de Nicolás Maduro, en una labor mediadora en el conflicto que mantienen el gobierno con la mayoría parlamentaria no chavista.
Parece que Rodríguez Zapatero es uno de los pocos políticos españoles de los que se fía el presidente venezolano, y eso no es malo porque siempre conviene que exista alguna interlocución en momentos de conflicto. No cito a los políticos de Podemos, con los que Venezuela mantiene una relación y una sintonía ideológica, porque ellos no serían los adecuados para hablar con la oposición a Maduro.
Nicolás Maduro que se niega a sacar de la cárcel a los presos políticos, y que ha conseguido que el Tribunal Supremo de su pais, controlado por el chavismo, haya declarado inconstitucional la ley de Amnistía aprobada por el Parlamento, ha creado la llamada “Comisión de la Verdad por la paz y la Justicia”, que es un instrumento para tratar de sustituir la Ley aprobada por el Parlamento venezolano por un grupo de trabajo que impida y retrase la libertad de los opositores.
Venezuela está en pleno caos económico, político y social, mientras su gobierno se niega a aceptar la validez de más de dos millones de firmas que, como contempla la propia constitución bolivariana, son más que suficientes para que se celebre un referéndum revocatorio que inhabilite al Presidente.
Hasta aquí he contado la noticia, y ahora hago mi reflexión.
Lo que convierte a un político en dictador no es sólo que dé un golpe de estado contra la constitución vigente en su país, sino que una vez llegado al poder, coarte las libertades, persiga a los disidentes y llene sus cárceles de presos políticos, por eso afirmar que Venezuela es una democracia es sólo una afirmación formal, porque en la práctica su poder ejecutivo actúa como una dictadura.
A los dictadores solo les interesa su supervivencia e ignoran lo que ellos llaman “el pueblo”, porque no creen en los ciudadanos.
En Venezuela la gente pasa hambre de pan, de libertad, de seguridad y de justicia, y la vida de sus ciudadanos ya no vale nada. Frente a esa situación caótica, Nicolás Maduro recurre al ejército, que es la panacea de los dictadores.
El inculto camionero, que acabó presidiendo uno de los países más ricos de mundo en recursos naturales, tal vez consiga que un día aparezca su nombre en la lista en la que, por derecho propio figuran Stalin, Hitler, Mussolini, Franco, Fidel Castro Pinochet, y Videla.