En el Reino Unido llevan siglos diciendo que cuando hay niebla en el canal de la Mancha los que están aislados no son ellos sino el resto del continente, porque si hay algo que define a los británicos es su convicción de que los demás no les merecemos.
No se parecen nada a nadie; tienen una monarquía que es de cartón piedra, poco ejemplar pero muy rentable y a la que sus ciudadanos le consienten casi todo.
Conducen al revés, hacen lores a sus piratas; pueden vestirse de bonitos para ir a las carreras de caballos y unas horas después se embadurnan y se convierten en hooligans violentos.
Su moral es doble y su intolerancia con quienes no son como ellos, casi infinita. Son gente especial que ha nacido para llevarle la contraria al resto del mundo, aunque siempre con dignidad, porque piensan que si se adaptasen a las costumbres bárbaras de los otros europeos perderían su identidad de pueblo singular que ha hecho del té de las cinco una institución respetada por todas las clases sociales.
Los ingleses tienen algo de lo que el resto de los países carecemos y es que aman a su país y se consideran únicos. Por eso fueron capaces de declararle la guerra a Hitler cuando el resto de los europeos dudaban entre defenderse o dejarse avasallar, y aceptaron que para sobrevivir pasarían por un largo periodo de sangre, sudor y lágrimas.
En definitiva son unos isleños que viajan a lugares donde caliente más el sol, pero siempre regresan a su terruño y se encuentran con los suyos para emborracharse hablando un inglés perfecto, y no el despreciable dialecto en el que se comunican los demás.
Por eso son capaces de matar por conservar lo que consideran que les pertenece, aunque a veces no sea suyo, como las colonias de Malvinas o Gibraltar, y un país como ese jamás cuestionará su propia identidad ni pondrá en riesgo su naturaleza como nación, por más referendos que haga.
Los británicos, divididos sobre su permanencia o no a la Unión Europea, no dudan que su patria es Inglaterra y aunque les separen otras muchas cosas lo que les une es mucho más fuerte.
Hoy unos están eufóricos y otros preocupados pero, al menos saben lo que son y no tienen que ir al psiquiatra para que se lo explique. Yo en el fondo les tengo un poco de envidia, no por lo que han hecho, sino por lo que son.
Aquí en cambio no sabemos qué es lo que queremos ser de mayor. Estamos todo el tiempo debatiendo cómo destruirnos como país, porque lo que les diferencia a ellos de nosotros es que los que leen a Shakespeare aman más a su patria que los que leemos a Cervantes.
En eso sí siento envidia de ellos, porque nosotros queremos seguir en la Unión Europea, pero a trozos, divididos… enfrentados.
Creo que tal vez tenía razón el canciller Bismark cuando, refiriéndose a nuestro país ,dijo:
“Estoy convencido de que España es el país más fuerte del mundo, Lleva siglos queriéndose destruir y todavía no lo ha conseguido”.