“Un banco central no es ni un dios ni un mago que puede convertir incertidumbre en certidumbre” Así se pronunciaba el Gobernador delBanco Central de China estos días refiriéndose a los temores de los mercados financieros. Al final de esta semana recibirá en Shanghai a los ministros de finanzas y gobernadores de bancos centrales del G20en medio de un cada vez más amplio debate acerca de la capacidad de los bancos centrales y de la política monetaria para seguir estimulando el crecimiento. Hay diversidad de razones para argumentar los fuertes descensos de los merca dos desde comienzos de año, pero la pérdida de confianza de los inversores en el poder remanente de los bancos centrales en la aplicación de sus políticas no convencionales (QE =impresión de dinero para comprar bonos) es la que aparece en todos los inventarios. La OCDE, que anunciaba estos días su revisión a la baja del crecimiento mundial, hacía un llamamiento a los gobiernos a liderar un fuerte estímulo colectivo para incrementar la demanda global, y a la vez señalaba que la política monetaria por sí sola no es suficiente para “aumentar los estándares de vida y reducir la desigualdad”.
Sin embargo, es cada vez es mayor el número de países que se adentran en el desconocido territorio de la NIRP (Política de tipos de interés negativos) cuyos límites algunos bancos de inversión empiezan a calibrar. Mientras en BoA ML señalan que “modelizar un escenario de tipos negativos es extraordinariamente difícil” en JPMorgan sugieren que los bancos centrales tienen ahora herramientas técnicas suficientes para reducir los tipos hasta -1,3% en EE.UU., -2,7% en Reino Unido, -3,45% en Japón y hasta -4,5% en la eurozona.
La Reserva Federal acaba de pedir a los grandes bancos que en sus pruebas de estrés simulen por primera vez sus balances con tipos negativos y en concreto asumiendo como escenario adverso que los tipos de Tesoro a tres meses se mantienen en -0,5% por un largo periodo. En una especie de esquizofrenia que ayuda a explicar el desconcierto de los inversores, mientras los mercados descuentan nuevas alzas de tipos en 2016, en una reciente conferencia que reunía a los más poderosos gestores de fondos norteamericanos, dos de cada tres sugerían que la FED recortaría tipos este año. Acaba de subirlos tímidamente por vez primera en una década y hasta no hace mucho se descontaba que los volvería a subir el 16 de marzo. Hoy son pocos los ponen un euro en esa apuesta, pero son menos aun los que creen que hay alguna posibilidad de los miembros del G20 vayan a atender en su reunión de esta semana la recomendación de la OCDE. Los mercados no han caído tanto como para que se activen las alarmas y aunque los indicadores anuncian que la economía norteamericana ha perdido tracción en la última parte del año pasado, el conjunto de las economías desarrolladas continúa creciendo y el temor a una nueva recesión tiene más que ver con la “reflexividad” que George Soros asoció a las finanzas para referir la influencia recíproca de actores y mercados.
Después de la reunión del G20 y antes de la de la FED, será el turno del BCE el 10 de marzo. Su presidente ha generado expectativas como para que al menos se anuncie un nuevo paso de 0,10 pb en la NIRP, pero no solo. Las expectativas son bastante más amplias y de alguna forma los mercados están en modo sorpresa, ¿sacará algo de la chistera? El euro es uno de los termómetros que antes reaccionará. Es seguro que no son dioses, pero no estaría tan seguro respecto a su vocación de magos.