¿Quién no vuelve a preguntarse estos días cómo es posible que volvamos con la monserga de lascrisis bancarias? ¿No era acaso algo resuelto? De nuevo los CDS (Credit Default Swaps) y las primas de riesgo a escena, devolviéndonos a un tiempo que creíamos dejar atrás. En opinión de bastantes, el problema radica en la solución. Parece lógico exigir a la banca que incremente su solvencia. También que las pérdidas por una crisis bancaria tengan por paganos a los accionistas, bonistas y cuentacorrentistas por ese orden y solo después a los contribuyentes. Para incrementar la solvencia, o se incrementa el capital relativo a los activos, o se bajan los activos, o ambos. Para atraer capital se ha de ofrecer mayor rendimiento del activo, pero el activo del banco es prestar. Si el precio a cobrar es negativo, entonces, “es un contradiós” en palabras del presidente de la AEB.
Va a resultar que la política monetaria ultra expansiva ha llegado a un punto en el que cuanto más avance en territorio negativo, más deterioro arriesga con provocar en el sistema financiero, señal evidente de que la solución está mutando en problema. La caída de los mercados deteriora con rapidez inusitada la solvencia bancaria porque ataca la base de capital mientras los bancos centrales llevan los tipos a negativo. Resulta evidente la proximidad a su límite de estas políticas monetarias ultra expansivas, porque los efectos secundarios sobre la solvencia del sistema financiero superan los beneficios del tratamiento paliativo para los deudores. Los beneficios son paliativos, pero los daños afectan a la estructura. Ya sea como accionista como bonista o como depositante, es normal preocuparse. Si la espiral de ante más debilidad más tipos negativos, tiene un recorrido tan corto como parece, o los bancos centrales se convierten en accionistas del sistema financiero y se compra así más tiempo, o en algún momento hemos de hablar de políticas fiscales ultra expansivas. Por ahora solo la economía norteamericana ha llegado al punto en el que los salarios empiezan a subir mejorando la capacidad de compra y repago de deudas. De ahí su intención de ajustar los tipos de interés. Pero ahora tienen dudas.
Quieran tenerlo en cuenta o no, cuando la FED mueve tipos, su efecto se extiende por multitud de países que siguen la política monetaria norteamericana. Si no siguen a los norteamericanos, sus divisas se deprecian y arrastran a otros a depreciar también las suyas. Se llama guerra de divisas y globalmente es otro contradiós, porque no puede depreciarse todo al tiempo. Pero por ahora es muy difícil esperar algo diferente. Quizá más coordinación entre los bancos centrales que pueda ser visualizada a través de la reunión en China del G20 el último fin de semana de febrero. Esto puede dar alivio momentáneo a los mercados, que pueden entrar en modo corrección, pero que no será sino un ajuste en el actual ciclo bajista salvo que los bancos centrales nos sorprendan poniendo en juego artillería más pesada. El BCE es uno de los que muestra más voluntad de hacerlo, aun con la salvedad alemana. Por eso que tipos más negativos y comprar más bonos es lo que cabe esperar del BCE en marzo, aunque poco de esto llegará a la economía real con los mecanismos de trasmisión nada estimulados a asumir riesgos. En algún momento las políticas tendrán que orientarse al lado del estímulo fiscal. Es lo que cabría esperar de China. En los límites de la política monetaria y sin voluntad de reformas que mejoren la productividad y el crecimiento potencial, lo previsible es que el mundo acabe por lanzarse a jugar la partida más arriesgada: la generación de inflación masiva a través de políticas fiscales ultra expansivas. Nada fácil, porque muchas cosas habrían de cambiar antes. Un tercer contradiós. Este sí podría ser letal para el euro.