La elección del presidente del Congreso de los Diputados era clave para Mariano Rajoy. No podía repetir la experiencia del socialista Patxi López, pero es que tampoco podía dejar la Presidencia de la Cámara Baja en manos de cualquier otro nombre de la oposición. Tenía que ser del Partido Popular y una persona de la máxima confianza del propio Rajoy para poder llegar -esta vez sí- a una votación de investidura con los votos asegurados para ser investido presidente. Porque, aunque inicialmente no lo parezca, la figura de Ana Pastor va a ser fundamental para que Rajoy revalide su sillón en la Moncloa.
De momento, en el PP se vislumbra un cambio de talante tras el 26-J, y puede que hasta de talento. “Sigo manteniendo el mismo número de móvil que tenía [cuando era ministra]; no lo voy a cambiar. Llámame cuando quieras porque lo tengo siempre abierto”. Esa fue la conversación que, según hemos podido saber de fuentes implicadas, Ana Pastor mantuvo con la mayoría de los portavoces parlamentarios tras su nombramiento como presidenta del Congreso.
¿Qué significa ese simple gesto? Sencilla y llanamente que Pastor ha comenzado ya a realizar la labor para la que Rajoy la ha colocado en el sillón del palacio de la Carrera de San Jerónimo: un cambio de actitudes en lo personal, una regeneración en lo político, una sensatez en el puesto y una cercanía hacia la oposición política para negociar posiciones que consigan establecer pactos para mantener un dificilísimo gobierno en minoría.
Además, y no se olvide esto, es la Presidencia del Congreso de los Diputados la que reglamentariamente resuelve y fija de forma unilateral cuestiones tan importantes como, por ejemplo, la fecha para la investidura del candidato a la Presidencia del Gobierno. Algo fundamental, sin duda, para las expectativas de Rajoy.
Ana Pastor es, pues, una pieza fundamental para un Rajoy que va a pedirle al rey Felipe VI tiempo para negociar sin apremios con todos los grupos parlamentarios -menos con ERC y Bildu-; tiempo sin presiones para consensuar no sólo su candidatura, sino aspectos muy urgentes como el gasto de techo para 2017. Y no nos olvidemos que éste último es un aspecto apremiante para los ‘barones’ autonómicos de todos los partidos -incluidos los del PSOE-, porque sin el techo de gasto fijado por el Estado las Comunidades Autónomas no pueden aprobar sus presupuestos regionales para el próximo año. Se pueden prorrogar los presupuestos anteriores, sí, pero unos presupuestos prorrogados sólo permiten los pagos y no las nuevas inversiones. Sin nuevas inversiones, el resultado es menos negocio, menos crecimiento y más paro.
Rajoy, por tanto, ha decidido que esta vez sí; que ahora sí se dan las condiciones para presentarse a la Presidencia del Gobierno. “Pido que se me deje gobernar y que no haya bloqueo”, fue su frase estrella nada más constituirse la XII Legislatura, una frase que se vio arropada por otra del líder de Ciudadanos, Albert Rivera, que repitió su “necesitamos un gobierno; necesitamos que llegue esa abstención del Partido Socialista”.
Rajoy sabe que tiene que moverse y se va a presentar, pero no lo va a hacer hasta que no lo tenga todo cerrado. En otras palabras: no presentará su candidatura al rey hasta que, o bien los número le cuadren y consiga la mayoría absoluta -176 diputados-, para lo que tendría que contar con el sí de Ciudadanos y el apoyo de Coalición Canaria y de los nacionalistas vascos o catalanes [aún no se sabe, por cierto, si fueron los catalanes de Homs quienes dieron esos 10 votos para los vicepresidentes del PP en la Mesa del Congreso], o bien el PSOE, en el peor de los casos, le garantice su abstención, posición de la que aún está muy lejos el socialista Pedro Sánchez.
Para todo ello, Rajoy necesita en la Presidencia del Congreso -clave en estos momentos- una persona de su máxima confianza y de probada fidelidad, pero también que signifique la experiencia conjugada con la renovación política y personal, la discreción -no se van a radiar en esta ocasión los contactos como hiciera meses atrás Pedro Sánchez- y la sensatez para jugar en un permanente tira y afloja político con toda la oposición. Para Rajoy, esos valores están sobradamente encarnados en la personalidad de la que fuera hasta ahora su ministra de Fomento. Y la va a aprovechar al máximo.