Ciudadanos tuvo una reacción contenida no exenta de sorpresa y en cuestión de una hora, los nubarrones han desaparecido. Bueno,no todos, pero si los imprescindibles para que España salga del letargo en el que llevamos instalados ya desde hace mucho tiempo: Mariano Rajoy acudirá a la investidura, tendrá el apoyo de Ciudadanos en la investidura y Albert Rivera puede presentarse con toda dignidad ante sus electores. En principio, ninguno de los dos ha perdido.
Rajoy ha conseguido lo que quería:un partido como el PP no debate condiciones, si propuestas, sugerencias, pero no condiciones y Rivera ha logrado el compromiso del grupo parlamentario popular que es, en definitiva, quien está en el Congreso y no los 90 miembros del comité nacional. Superado este trance , el calendario anunciado invita al vértigo. Se trata de lograr mucho en poco tiempo y todo apunta que el acuerdo suficiente estará vinculado a los presupuestos, techo de gasto y compromisos con Europa, asuntos estos en los que el PP y Ciudadanos no tienen diferencias que clamen al cielo. Otra cosa es el ritmo que se vaya a dar a la puesta en marcha de las medidas para la regeneración y lucha contra la corrupción. Ello no va a depender en exclusiva de Rajoy y Rivera, aunque todo lleva a pensar que la comisión parlamentaria sobre el asunto Bárcenas no se hará esperar demasiado y ello con el visto bueno del PP que sabe, que si hay legislatura, no tiene escapatoria a la misma.
Rajoy dice sentirse en condiciones de asistir a la investidura y este trámite es ya una certeza, pero en estos momentos el resultado es incierto. No bastan 170 diputados y es en este punto en el que todas las miradas se dirigen a Pedro Sánchez que, probablemente, no acaba de creerse que Rajoy haya accedido a acudir a la investidura. Sin embargo harían mal tanto Rajoy como Rivera no acabar de creerse que el PSOE va a votar no en primera y en segunda votación. Salvo cambios de última hora, debates inesperados o una improbable revuelta interna para que Sanchez modifique su rotundo no, el PSOE quiere, o eso parece, una investidura fallida. El discurso de Sánchez será el mismo que Rajoy pronunció cuando él aspiró a La Moncloa.
Habrá investidura, que no es poco, pero la prudencia aconseja no ir más allá, no creer que la situación ha quedado resuelta, que todo está hecho. Rajoy y Rivera han dado un paso sustancial que modifica de manera radical el panorama tan cansino en el que nos estábamos moviendo. Lo acordado provoca un inevitable movimiento, y muy de fondo, en el tablero político. Con sesión de investidura segura pero de resultado incierto, Rajoy se la juega y con él el propio Partido Popular que ha hecho piña en torno a su líder. Despejada la gran incógnita, habrá que estar a la espera de esa conversación pendiente entre el candidato y quien sostiene a la vez tres nos incompatibles entre si. Pero como el PSOE, en esta historia, se ha colocado a la altura de los minoritarios, no sé si Rajoy debe insistir mucho. En el Congreso se verán y los ciudadanos juzgarán.