Enrique Montánchez | Miércoles 12 de octubre de 2016
En las últimas semanas se han acrecentado los rumores entre analistas y gurús económicos sobre el estallido de una nueva crisis de la economía mundial en octubre, a raíz de la incorporación del yuan chino a la “cesta” de las cuatro divisas más fuertes utilizadas en el comercio y las finanzas. Los más agoreros pronostican una reacción de Estados Unidos para blindar el dólar ante el avance imparable de la moneda china, que Pekín quiere respaldar con sus reservas de oro acumuladas en el último decenio.
Desde el sábado 1 de octubre el yuan se ha incorporado como quinta divisa a la “cesta” de monedas -dólar, euro, yen y libra esterlina- denominada técnicamente Derechos Especiales de Giro (DEG) del Fondo Monetario Internacional (FMI). En 1969 Estados Unidos impulsó la creación de los DEG como una alternativa al oro en las transacciones internacionales, debido a que no tenía el suficiente metal precioso para respaldar a los dólares que imprimía la Reserva Federal.
Durante casi 50 años el dólar ha marcado la paridad del resto de divisas de la “cesta”, lo que, básicamente, ha permitido a Estados Unidos controlar la economía mundial. En 2011 las grandes economías del planeta agrupadas en el G20 reconocieron que no se podía seguir dejando fuera las monedas de los países emergentes, cada vez con un mayor peso en el PIB mundial. Y retrasaron hasta el 1 de octubre de 2016 la incorporación del yuan chino.
Pero a ningún político se le pasó por la cabeza en aquel momento el complicado y tenso panorama internacional que se encontrarían apenas cinco años después: Rusia y Estados Unidos enfrentados en la guerra de Siria (con el abierto apoyo de Pekín a Moscú), Estados Unidos/OTAN y Rusia en pleno clima prebélico en el Este de Europa, China disputando el control del mar de la China Meridional a Estados Unidos, y la Unión Europea ante la mayor crisis de su historia.
La guerra del oro
En suma, uno de los peores escenarios de Estados Unidos para dar el espaldarazo a la divisa del gigante asiático, que ya es considerado la primera economía mundial. Y aún más. Pekín quiere respaldar el Renminbi (nombre oficial de la divisa china) con las reservas de oro que ha ido acumulando en la última década. Oficialmente cuenta con 1.800 toneladas en poder del Estado y 12.000 de particulares, pero realmente el volumen del metal áureo en los bancos chinos es un misterio. Solo sabemos que actualmente China es el mayor consumidor mundial de oro.
Una pista sólida de la estrategia de Pekín de volver al patrón oro la teníamos el pasado abril cuando la Bolsa de Shanghai comenzó a fijar el precio del oro en yuanes, rompiendo el tradicional monopolio de Londres y Nueva York. Las autoridades chinas saben que Estados Unidos no dispone de las suficientes reservas de oro para avalar los dólares que imprime la Reserva Federal. Una vulnerabilidad que Pekín parece dispuesto a explotar para debilitar al dólar.
Este es el panorama que alimenta los vaticinios alarmistas de los profetas económicos. Esperan acontecimientos catastróficos durante el mes de octubre, como la quiebra de grandes bancos ante la descomunal deuda acumulada. Situación que, a su juicio, desencadenaría una crisis de peores consecuencias que la caída de LehmanBrothers en septiembre de 2008. Sin excluir entre los augurios pesimistas una nueva fase de la guerra mundial en curso.
Si algo hay de positivo en el catastrofismo de los gurús económicos es que suelen fallar al infundir en los responsables y dirigentes mundiales ciertas dosis de sentido común que, en el último momento, permiten a la humanidad bordear el abismo.
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