Lunes 26 de septiembre de 2016
Los plazos para Pablo Iglesias se van acortando tras cada nuevos comicios: o hace desaparecer al PSOE, al estilo Tsipras en Grecia, o se resigna a ser una Izquierda Unida renovada, con muchos más votos y escaños, pero sin posibilidad de intervenir en el ejecutivo, salvo en algunos grandes municipios y en Comunidades como Valencia y quizás Cataluña, pero a través de aliados y no directamente. Lo que ha conseguido Podemos ha sido llevarse el voto de los jóvenes que antes votaban al PSOE o a Izquierda Unida, ha perdido el apoyo de los grupos más radicales que le votaron en las primeras elecciones generales del 20D y ya no tiene marcha atrás, su única salida es acabar con el PSOE.
Tiene otro peligro y es que, a fuerza de ir pactando y cediendo ante sus socios como En Marea, en Galicia, Compromis, en Valencia, o Ada Colau, en Cataluña, acabe por convertirse en un partido madrileño con ramificaciones en las demás Comunidades donde no tiene posibilidades de gobernar. Solo en el País Vasco, donde Elkarrekin Podemos (Unidos Podemos) ha superado ampliamente al PSOE, sus aliados son Izquierda Unida y Equo, los mismos que en Madrid. Ni en Andalucía, ni en las dos Castillas, ni en Extremadura, Navarra o Asturias, donde se presentó con su propia marca sin añadidos, ha podido superar al PSOE en las últimas autonómicas.
Este panorama alienta aún más las discusiones en el interior de Podemos entre los que creen que deben insistir para acabar con el PSOE o por lo menos “pactar de igual a igual” y los que piensan que la fórmula tiene que ser apoyar al partido de izquierdas que más votos saque, como se hizo en las municipales y autonómicas. Donde obtuvo más votos Podemos o sus socios, gobiernan: donde ganó el PSOE, lo hacen los de Pedro Sánchez.