La presidenta del gobierno madrileño y presidenta de la gestora que dirige el PP de la Comunidad desde que dimitiera Esperanza Aguirre hace un año va a enfrentarse a los mitos de la historia sobre conspiraciones con la confianza que le da el haber conseguido de Mariano Rajoy su total apoyo tras el Congreso nacional y contar a su lado con uno de los "fontaneros" con más experiencia de la vida política como es Juan Carlos Vera. Su número dos está ya en el Comité Nacional junto a Eva Durán y quiere que el Cónclave autonómico cuenta en la presidencia con un "pata negra" del partido y que sea alcalde victorioso. Habrá batalla pero cuenta con ganarla y con holgura.
Cristina Cifuentes, que es leída y viajera ha visto como los gatos callejeros que viven en el centro de Roma se han convertido en los okupas del lugar en el que cayó asesinado Julio Cesar hace 2061 años. Se descubrió el monolito funerario en tiempos de Mussolini y allí, entre las ruinas de lo que fue el Senado, puede que incluso viera a las sombras de los conspiradores que mantenían entre sus togas los puñales. Bruto, Casino, Décimo, Casca y compañía lo mataron en nombre de la libertad y para evitar que se convirtiera- decían - en emperador acabando con la República. Era el 15 de marzo del año 44 antes de Cristo, los idus de marzo que convertiría Shakespeare en tragedia mil seiscientos años más tarde.
Desde entonces el mes en el que arranca la Primavera ha estado cargado de malos augurios para los que detentan el poder. Es posible que los líderes de Ciudadanos, Podemos y el Partido Popular hayan celebrado sus Congresos en febrero para no tentative a la suerte. Y que el PSOE lo haya llevado a junio para que el triunvirato que compite por el poder no sienta la presencia de fantasmas o espíritus rondando por la Villa y Corte.
Cifuentes logró vivir tras el espeluznante accidente de moto que la llevó a la UCI y a pelearse con la muerte. El destino le hizo un guiño y ella se lo hace ahora con las fechas de su presumible llegada a la presidencia del PP madrileño. NI Luís Asua, ni Iñigo Henriquez de Luna pretenden emular a los conspiradores romanos, son mucho más modestos pero utilizan la palabra libertad, en este caso de voto, para demandar más democracia interna entre los suyos. Puede que la alargada sombra de Esperanza Aguirre, tal cual diosa Cibeles, sobrevuele los cielos de la capital acompañado de Beatriz Elorriaga y Lucía Figar - la que puso ser y no será - pero se impondrá la cruda realidad y el respeto a las regular de juego.
Si se miran los nombres de aquellos que mandan en el organigrama popular de los 21 distrito madrileños y en los municipios de la Comunidad se tendrá la imagen confusa del aguirrismo que durante doce años dominó la política conservadora en estos territorios. Imagen confusa e imposible. Enfrentarse a los aparatos que dominan los partidos es un camino que conduce al abismo. Lo conocen a la perfección los militantes que quieren hacer carrera política desde el municipalismo.