Raúl Heras

La soledad feliz de Montoro con los Presupuestos

Martes 28 de febrero de 2017

El ministro de Hacienda está feliz, y si no lo está debería estarlo. Su partido está metido en la harina de sus Congresos regionales, con candidatos, listas, pequeñas y medianas venganzas, futuros que se ponen en juego. El, a lo suyo, a poner cifras en un pendrive y llevarlo al Congreso para hacerse la foto de rigor. Al PP , como organización, puede que le gusten o no, pero los apoyarán, que para eso está don Mariano, que pone firmes con la mirada desde el escaño azul, y la secretaria general que tiene tres estrellas en el uniforme y va de la OTAN a Toledo pasando por la madrileña calle Génova sin despeinarse.



Cristobal Montoro busca a la oposición y no la encuentra. El socialismo está en el teatro representando a Hamlet calavera en mano. No se sabe muy bien si Susana Díaz es el principe de Dinamarca dudando al comienzo del acto tercero con su archisabido "ser o no ser" o la Ofelia que se suicida en las aguas del Guadalquivir ante la negra visión de los despachos de Ferraz. Hasta es posible que Hamlet sea Pedro Sánchez y Patxi López el Polonio que, escondido entre las cortinas de la militancia, muere sin saber que esa muerte no le correspondía. A los tres les invito a que no se queden en la frase de inicio de la tragedia y vayan al final del soliloquio, que termina así.."las empresas de mayor importancia por está sola consideración mudan caminos, no se ejecutan y se reducen a designios vanos".

Para entretener a los compañeros de pactos el titular de Hacienda tiene a unos compañeros impagables, el ministro de Justicia, el portavoz parlamentario y el presidente de Murcia. Es aquello de los galgos y los podencos, de hasta dónde llegan las condiciones de dimisión cuando se enlazan con las de investigación o imputación. Un entretener al personal para que se olvide del reparto de los dineros, un poco no un mucho para sanidad, otro para educación, unos cuartos para defensa, que si las obras públicas, que si los funcionarios...Albert Rivera y compaña miran las manos del mago Catalá y se olvidan de las cartas que están sobre la mesa.

Podemos tiene bastante con reponerse del exilio madrileño al que han mandado a Iñigo Errejón el duo de erotismo político en el que se han convertido Pablo Iglesias e Irene Montero, a la que le preocupa más el diccionario y la terminología infantil que las curvas estadísticas que elaboran los alquimistas de Hacienda, esos que son capaces de convertir en creible el billón de euros de la deuda española. Y para que el toque surrealista de alargar los acuerdos caseros delante del televisor hasta los escaños del Congreso, se prolongue en la capital del Reino se montan votaciones del 0,1% para cambiar la Gran Via, reformar la plaza de España y cambiar de nombre un parque público. Es lo que tiene la democracia plebiscitaria, que no responde a ninguno de los dos conceptos.

Los nacionalistas vascos callan y otorgan, que lo suyo va bien. Los canarios hacen más de lo mismo. Y los catalanes, que es dónde dicen que está el problema se pasan el día y las noches soñando con barrotes y sentencias. Todos los Pujol procesados por la Audiencia, los del Palau negociando acusaciones a cambio de minoraciones judiciales para los hijos, los del Referendum que nunca existió pero que haberlo, lo hubo, ya se han puesto el sayón de los eremitas y se disponen a regresar del desierto con la ceniza sobre los hombros para que les llaman héroes. Oriol Junqueras pone las manos sobre los hombros de Soraya y en el cosquilleo que siente ve a Pûigdemont regresando a su pueblo, a Más viajando a Menos y a Homs susurrando negaciones por las esquinas del Parlament.

Un chollo, lo que se dice un chollo es lo que tiene don Cristobal. Y con un sa en la manga: si no le aprueban los Presupuestos cuando toque, pues hasta mejor. De un Pulmano se ahorrará el Estado cuatro o cinco mil millones y habremos cumplido con Bruselas y hasta con doña Angela Merkel.


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