Aunque la Agencia de Seguridad Alimentaria de la UE (EFSA, por sus siglas en inglés) ha señalado que, aunque hay evidencias que asocian el bisfenol A -un compuesto químico utilizado en la fabricación de envases de alimentos, como latas, botellas, plásticos o papeles térmicos- a riesgos para la salud, lo cierto es que ha asegurado que los actuales niveles de exposición no supone ningún riesgo y las evidencias son limitadas para sacar conclusiones a favor o en contra.
"El veneno está en la dosis y depende de la cantidad. Esto pasa con el BPA y con el agua. Ocurrió recientemente que existían niveles de BPA permitidos y ante la preocupación de determinada gente se hizo una revisión en la UE y se bajaron los niveles permitidos. Los niveles a los que están expuestos los ciudadanos están muy por debajo del peligro, por lo que no hay que tener ningún tipo de miedo", destaca a Infoslalus el profesor del área de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Murcia, José Manuel López Nicolás.
"Pero eso no significa nada, igual que el flúor es un halógeno y el flúor está en la pasta de dientes. El cloro también es un halógeno y se utiliza para potabilizar el agua. Todo depende de la cantidad a la que estemos expuestos", insiste López Nicolás.
Sobre la relación hasta ahora fijada de su uso con el aumento de cáncer de próstata, de mama, y de malformaciones reproductivas en humanos y animales, el biólogo indica que se han hecho estudios donde se han visto posibles riesgos. No obstante, avisa sobre esas investigaciones: "No se pueden coger estudios individuales sin revisar todos los informes realizados. La UE lo que ha hecho ha sido tomarlos todos y desarrollar un veredicto final", añade.
¿DÓNDE SE ENCUENTRA EL BPA?
En concreto, el BPA se encuentra en sitios cotidianos como cristales de gafas, recubrimiento interno de latas, empastes dentales, o pinturas, por ejemplo. El Bisfenol-A estaba más relacionado con los plásticos de policarbonato, que se usaban para vajillas infantiles o biberones, pero ya se prohibieron en España y en toda la UE. "Los que usamos habitualmente de propileno no están relacionados con el BPA", asegura a Infosalus la investigadora del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Belén Gómara.
También recuerda que la Autoridad Europea para la Seguridad de los Alimentos (EFSA, por sus siglas en inglés) lleva desde 2006 estudiando el Bisfenol-A. "Hay bastante controversia porque en 2006, cuando se iniciaron las revisiones de los estudios realizados hasta la fecha, se estableció que era tóxico y podría suponer un riesgo para la salud. Pero con los años lo han ido reevaluando y se han ido teniendo investigaciones nuevas. En 2016 volvieron a publicar una opinión diciendo que no existía riesgo para los consumidores a los niveles de exposición de la población mundial actual", indica.
Esta química del CSIC insiste igualmente en que el problema de estos compuestos no está en su presencia sino en la cantidad en la que están porque se encuentran en muchos campos de la vida cotidiana. "Su presencia no es alarmante en cuanto sus concentraciones sean muy altas", subraya. Según reseña, hay muchos estudios que demuestran que existe una migración no sólo del BPA sino también de también de otros plastificantes que también son disruptores endocrinos. "Pero hemos visto que muchos de estos estudios están hechos en condiciones extremas de temperatura, de tiempo de exposición, y también hay algo de controversia", agrega.
Por tanto, destaca que calentar una tartera en el microondas o lavarlo en el lavaplatos, o reutilizar las botellas de agua (hechas con PET), aunque está comprobado que sí existe una migración, "ésta no es muy significativa". Además, sostiene que las concentraciones encontradas en tarteras de plástico compradas en un súpermercado "no eran ni de lejos" cantidades que podrían ser consideradas tóxicas para el ser humano. "La migración existe, pero también es verdad que los plásticos de las tarteras normales suelen ser de propileno, que no suele llevar Bisfenol-A, y pasa lo mismo con los envases de los alimentos", agrega.
LA LEGISLACIÓN SOBRE EL BPA
Una de las medidas adoptadas ya sobre esta sustancia fue la prohibición de utilizarla en la fabricación de biberones. En concreto, En España, desde junio de 2011. Su empleo está permitido en la UE, pero Francia lo prohibió en 2015 también en la fabricación, importación, exportación y comercialización en envases con esta sustancia.
Según recuerda la EFSA, el BPA se incorpora en la categoría de los denominados 'estrógenos artificiales o disruptores endocrinos', relacionando este compuesto con alteraciones del ciclo hormonal, incremento de cáncer de próstata, de mama y malformaciones reproductivas en distintas especies animales y en humanos.
En una primera evaluación, la Autoridad europea fijó para esta sustancia una ingesta diaria tolerable (IDT) de 0,05 miligramos por kilo y día. En 2008, se evaluaron las diferentes capacidades para eliminarla del cuerpo y se confirmó que la exposición humana era inferior a la IDT establecida dos años antes. Tras una nueva revisión exhaustiva en 2010 la autoridad europea concluyó que no había pruebas que determinaran la necesidad de modificar la IDT establecida en 2006. En 2012, sin embargo, una nueva hizo rebajar la IDT de 0,05 mg/kg/día a 0,04 mg/kg/día. En octubre de 2016 , un nuevo estudio de la EFSA concluyó que el BPA podría afectar al sistema inmune animal, pero la evidencia es "muy limitada" para dibujar cualquier conclusión sobre el ser humano.
A pesar de todas conclusiones, algunas organizaciones como Greenpeace siguen alertando del peligro del BPA como contaminante. "Hay que seguir trabajando para que ni los bebés, ni el resto de la sociedad siga en contacto con este veneno que todavía seguirá encontrándose, en las latas de comida, en los recibos de la compra, en empastes dentales, en ordenadores, teléfonos móviles, dispositivos médicos", agrega.