El éxito de la manifestación en varias ciudades españolas el pasado domingo 15 de mayo por parte de la plataforma ¡Democracia real ya!, ha suscitado la necesidad en diversos sectores de la sociedad española (sobre todo en políticos y periodistas) de tener alguna claridad sobre la naturaleza del fenómeno. ¿Se trata de un movimiento organizado o más bien de una explosión de malestar social? ¿Tienen algún propósito declarado o sólo es una reacción a la contra de las actuales élites políticas y económicas? ¿Es un movimiento espontáneo y horizontal o tiene algún tipo de liderazgo interno? ¿Es una plataforma surgida hace poco o tiene raíces y antecedentes?
Estas y otras preguntas tratan de responderse aceleradamente (sobre todo por políticos y periodistas), la mayoría de las veces sin mucho criterio sociológico y sin mayor detenimiento a estudiar y escuchar la propia plataforma. Creo que es posible intentar hacer un diagnóstico diferente.
Ante todo hay que hacer la distinción entre el grupo convocante y la gente que formó parte de las manifestaciones. El primero suele tener una propuesta más estructurada, mientras que la gente que se manifiesta responde a una motivación más difusa. Comenzando por el final, todo indica que la gente que respondió a la convocatoria representa un malestar extendido en amplios sectores de la población española respecto de la crisis económica y la dinámica política actual. Ciertamente, se trata del sector ya excluido por la globalización y ahora golpeado por la crisis: los extremos etarios del mercado de trabajo (los más jóvenes y los más mayores), los parados que perdieron su trabajo, los “ni-ni”, los afectados por los recortes del Estado de Bienestar; pero también un sector (más reducido) de gente que está molesta con la dinámica política poco edificante de los últimos años.
La convocatoria
Regresando al grupo convocante, la primer cuestión a discernir es si se trata de una organización articulada o más bien una plataforma heterogénea, reunida sólo para la unidad de acción. Si se examina su planilla de adhesiones, parece mucho más lo segundo que lo primero, sin que ello quiera decir que carezca por completo de liderazgo interno.
Para captar ese liderazgo conviene resolver también la duda sobre sus antecedentes. Pues bien, lo cierto es que esta plataforma (¡Democracia real ya!) tiene antecedentes y grupos que hace tiempo se orientaban en la dirección actual. Tres serían los componentes más importantes: el movimiento antiglobalización (y su articulación en torno al Foro Social Mundial), los grupos políticos extraparlamentarios y las organizaciones sociales de los excluidos de la globalización (sindicatos emergentes, organizaciones de parados, grupos organizados de sectores excluidos, etc.). Por cierto, estos tres sectores ya han coincidido en otras ocasiones, como por ejemplo, con ocasión del rechazo a la guerra de Irak (cuando arrebataron la dirección de la acción a los movimientos pacifistas más tradicionales).
Estas raíces son bastante reconocibles en Democracia real ya: la tendencia antiglobalización (destacando la fuerte presencia de Attac), los grupos políticos extraparlamentarios (sobre todo trotskistas y nuevos ácratas), y una gama de pequeños sindicatos y organizaciones sociales (que reúnen desde parados a organizaciones vecinales). Pero estas raíces, que refieren al tiempo de la globalización salvaje (años noventa), tienen actualmente nuevos factores nutrientes con la crisis económica mundial de hace tres años. Ahora no sólo piensan que otro mundo es posible, sino que es una necesidad imperiosa, para poder salir de la miseria o tener algún tipo de futuro menos amenazante.
Así las cosas, cabe preguntarse entonces acerca de si este grupo convocante tiene algún propósito explícito. Pese a su heterogeneidad, lo cierto es que han conseguido emitir un Manifiesto que ofrece alguna idea de cuál es su orientación. Dicho Manifiesto comienza por reconocer su diversidad: “Unos nos consideramos más progresistas, otros más conservadores. Unos creyentes, otros no. Unos tenemos ideologías bien definidas, otros nos consideramos apolíticos… Pero todos estamos preocupados e indignados por el panorama político, económico y social que vemos a nuestro alrededor. Por la corrupción de los políticos, empresarios, banqueros… Por la indefensión del ciudadano de a pie”.
El punto de partida
Y sobre la base de la simple unidad de acción, establecen una serie de puntos de partida, que en realidad son un reclamo del mantenimiento del Estado de Bienestar: “Existen unos derechos básicos que deberían estar cubiertos en estas sociedades: derecho a la vivienda, al trabajo, a la cultura, a la salud, a la educación, a la participación política, al libre desarrollo personal, y derecho al consumo de los bienes necesarios para una vida sana y feliz. El actual funcionamiento de nuestro sistema económico y gubernamental no atiende a estas prioridades y es un obstáculo para el progreso de la humanidad”.
Esta orientación (bastante socialdemócrata), concluye con una propuesta coherente con el ideario del Foro Social: “Es necesaria una Revolución Ética. Hemos puesto el dinero por encima del Ser Humano y tenemos que ponerlo a nuestro servicio. Somos personas, no productos del mercado. No soy sólo lo que compro, por qué lo compro y a quién se lo compro”.
Ahora bien, sobre todo después del éxito de las manifestaciones, cabe preguntarse por las perspectivas del proceso. ¿Estamos ante una simple unidad de acción coyuntural o ante el desarrollo de un verdadero movimiento social más estable? Hasta el momento es realmente lo primero, pero hay suficientes indicios de que está dispuesto a enfrentar el reto de constituirse en un verdadero movimiento. Habrá que seguir el desarrollo de los acontecimientos.
Un asunto que tiene que ver con las perspectivas refiere al propio lema de la campaña: ¿A que se refieren con eso de Democracia real? El Manifiesto trata de explicarlo: “La democracia parte del pueblo (demos=pueblo; cracia=gobierno) así que el gobierno debe ser del pueblo. Sin embargo, en este país la mayor parte de la clase política ni siquiera nos escucha. Sus funciones deberían ser la de llevar nuestra voz a las instituciones, facilitando la participación política ciudadana mediante cauces directos y procurando el mayor beneficio para el grueso de la sociedad, no la de enriquecerse y medrar a nuestra costa, atendiendo tan sólo a los dictados de los grandes poderes económicos y aferrándose al poder a través de una dictadura partitocrática encabezada por las inamovibles siglas del PPSOE”.
Izquierda Unida ha hecho una lectura interesada afirmando que se trata de una crítica al bipartidismo. Lo es pero no sólo es eso. En realidad, se trata de una expresión velada de la vieja (años noventa) tesis de la sustitución de la democracia representativa por la democracia participativa (tan cara al movimiento antiglobalización). Importa señalar que hoy, tras bastante experiencia acumulada, muy pocos teóricos mantienen esa tesis. En países con millones de habitantes, la participación directa no permite procesar decisiones colectivas (resulta un tanto difícil reunirlos en asamblea para votar a mano alzada). Por ello, la solución apunta a fortalecer la democracia representativa (resolviendo sus deficiencias) y complementarla con mecanismos de participación directa (desde referendos hasta organismos consultivos, pasando por procedimientos directos a nivel local). Pero confiar solamente en tales mecanismos puede conducir perfectamente a sistemas políticos plebiscitarios, destructores de cualquier tipo de democracia.
Fernando Savater ha insistido mucho en que, en una democracia, la simple queja contra los políticos (por más autistas que estos sean) no conduce a ninguna parte. Y sostener que el bipartidismo conduce a una dictadura partidocrática es muy poco serio. De hecho, lo que ha pasado en países democráticos es que cuando ha habido un movimiento social que ha cuestionado el status quo, ello ha conducido, más temprano que tarde, a la modificación de la clase política. Y si no que se lo pregunten hoy a los verdes alemanes.