Paris será una fiesta o un funeral. En el primero de los supuestos será una fiesta a largo plazo. En el segundo la constatación de un fracaso más que merecido a lo largo y ancho de la temporada. Un club que ambicionaba tres entorchados y que está sujeto a la diosa fortuna de la competición europea. Ya dijo adiós a la Copa del Rey; ya ha dicho adiós a la Liga Santander; y queda la esperanza de que los parisinos, sin Neymar y con permiso de Di Maria, MBappe, Cavani y compañía, pierdan capacidad goleadora y el tres a uno del Bernabeu sirva para seguir adelante.
Pongamos que la BBC funciona en París, aunque sea con otros componentes pero siempre con la C de Cristiano como emblema y recurso. En cuartos le puede tocar el City de Guardiola con su cuatro a cero en Basilea, incluso el United - tras su cero a cero de Sevilla - el Barcelona o el Chelsea, que andan así así tras su empate a un gol, por no hablar del duro Bayern y su 5 a 0 con el Besitkas. Rivales que van a dejar pequeño al PSG, por más dinero que éste haya invertido soñando con el título continental.
Jugarse el todo o nada, la gloria que redime o el fracaso absoluto, para un club como el Madrid debe llevarle a su presidente y a su Junta directiva a plantearse la siguiente temporada de manera muy diferente. Si cae eliminado la salida de Zidane parece segura, y si no logra la Champión, también. Incluso en el caso de conseguir la “!orejona” la continuidad del entrenador estará en entredicho. Sus relaciones con el vestuario parecen una cosa y son otra. Hay un tapón generacional que debe ser destapado y resuelto. Para eso está el presidente.