No tengo dudas de que el impacto político más importante de los resultados electorales del 22-M es el avance brutal y generalizado de la derecha en Catalunya y en el conjunto de España. No tengo dudas tampoco de que sin el aliento de la Huelga General, de las movilizaciones contra los recortes y de las jornadas del 14-M y del 15-M, el avance de la derecha aún seria más fuerte y más generalizado.
Los cambios económicos y sociológicos que se han generado en la sociedad catalana y española en los últimos 15 o 20 años son tan grandes que han ido desdibujando el panorama político clásico al que estábamos acostumbrados. Para la izquierda ha sido letal la disgregación de la clase trabajadora, una gran parte de ella reconvertida en trabajadores que no se sienten trabajadores. Si sumamos a ello el desboque de la cultura neoliberal de la especulación, la corrupción, la desregulación y el individualismo nos confiere un nuevo mapa donde el color azul del PP se expande al mismo tiempo que el rojo de la izquierda se contrae, y ello ya viene sucediendo desde hace tiempo, los resultados del 22-M solo confirman definitivamente esta tendencia que aun no ha tocado techo.
Y la cosa puede ser peor, no solo por que el PP puede ganar las generales con mayoría absoluta, sino porque el discurso racista, xenófobo y facha tiene recorrido e incorpora al mapa el color negro en expansión, penetrando en sectores tradicionales de la izquierda como los barrios de trabajadores de las periferias urbanas o de las ciudades medias, precisamente para acabar de doblar el espinazo a las resistencias de la izquierda aún organizada, al menos en Catalunya, utilizando la lengua y la inmigración.
Los fenómenos como UPyD, Ciutadans o Plataforma x Catalunya no son casualidades, han sido creados e ideados para asestarnos el golpe definitivo cuando se pretende resistir, son la autopista que facilitan al PP y a CiU el desfile de la victoria.
Si el sentido de lo colectivo, de la solidaridad y de los intereses comunes y diferenciados de clase se diluyen gracias a una potente y eficaz utilización de los grandes medios de comunicación de masas a los propios cambios dentro del proceso productivo y al modelo productivo imperante de la precariedad-corrupción inmobiliaria, esto durante la crisis, se ha demostrado que consigue prostituir aún mas el sentido último de las cosas y que perdamos la noción de quienes son los lobos y quienes los corderos.
El paro y la precariedad aumentan la ansiedad que es canalizada, no como en el pasado por las organizaciones de los trabajadores, sino por el populismo, racismo y falso sueño americano. Por eso gana el PP corrupto de Camps, aunque el sentido común democrático no pueda entenderlo.
Por eso el sentido de masas del discurso de la derecha, el de CiU y el del PP, en el caso del PP con un añadido centralista, casposo y tradicional que reconecta su discurso a lo peor de la historia de España. En el caso de CiU alimentado de nuevo por el victimismo de Catalunya frente a España, fundamentado en los fracasos del Estatut y la incomprensión y negación por parte de PP y PSOE del Estado Federal Plurinacional.
El sindicalismo no es que sea necesario, es que es imprescindible. Por eso la defensa tan necesaria de los sindicatos, claro que tienen sus propios intereses (sus afiliados en primer lugar), claro que no son partidos pero deben jugar un papel sociopolítico (ya están rectificando sus errores de alejarse de la política), claro que su acuerdo sobre pensiones creó en sectores una sensación de “coitus interruptus”, pero sin ellos la clase trabajadora no podría nunca cohesionar sus intereses de clase y las resistencias frente a los recortes disminuirían drásticamente. Siguen siendo lo más organizado que tenemos y eso hay que preservarlo de forma crítica.
Atacar a los sindicatos y acusarlos de blandos es en esta situación una verdadera locura que confluye con los intereses del PP de forma objetiva. Por supuesto hay que opinar, criticar y militar pero recordemos que estamos en medio de una operación de descrédito político e ideológico del sindicalismo de clase y de la izquierda transformadora. El flagelo autocrítico fomenta la disgregación que queremos combatir y dificulta la movilización, crea mas frustración y desconcierto.
Sin reconstrucción de la clase trabajadora no habrá reconstrucción de la izquierda y eso es un trabajo arduo donde la unidad es un factor determinante en este periodo. Hay que abordar las contradicciones sin impaciencia revolucionaria, hoy más que nunca, pero al mismo tiempo sin aceptar la situación de forma acrítica invocando constantemente el mal menor.
Si eso es así también es cierto que la izquierda de nuestro país tiene un camino que recorrer. La socialdemocracia está siendo barrida al intentar compaginar democracia-neoliberalismo-estado social.
Si Zapatero sigue hasta las generales con los recortes, la victoria del PP será aplastante.
Si lo que impera es la lógica de la alternancia del sistema bipartidista que no cuestiona la lógica neoliberal y utiliza la Ley Electoral y el dominio de los grandes medios de comunicación para ello, el propio PSOE renuncia a la alternativa de izquierdas y se lo entrega todo al PP.
Pero la militancia socialista y el voto socialista que apuesta por un estado social existe y en el debate del PSOE debería aparecer la necesidad de recuperar esa fuerza política para la resistencia frente al neoliberalismo puro y duro. Por supuesto eso pasa por un giro de izquierdas a política económica, funcionamiento democrático del estado y sus instituciones y construcción federal del estado, no es poca cosa, pero si viene el PP de la mayoría absoluta nos vamos a enterar de lo que vale un peine.
Por eso hay que hablar de la “nueva política necesaria” esa que intentamos encumbrar cuando nació IU, cuando hablamos desde 2008 de Refundación, cuando creamos la Coalición ICV-EUiA. Todas esas buenas intenciones siguen siendo válidas, sus resultados ofrecen más matices.
¿Por qué no somos capaces de absorber gran parte de las energías que deja atrás el PSOE y conectar con las nuevas mentalidades críticas frente a la crisis? ¿Por qué tenemos tantas dificultades para ofrecer un programa creíble que sea una verdadera alternativa a la derecha?
Queda claro que algo está cambiando, de forma más lenta de la que nos gustaría, pero cambiando. Los recortes que realiza y realizará CiU poco a poco serán percibidos de forma mucho más generalizada, requiere tiempo y práctica. Las políticas del PP en ayuntamientos y Comunidades Autónomas desmantelaran parte del estado del bienestar y del sistema público, la cohesión social se va a resentir muy seriamente. Cuando todo esto ocurra (ya está ocurriendo en Catalunya) la calle va a estallar.
Los parados y paradas votantes del PP pronto comprobaran que las políticas que han votado no van a suponer una vuelta a la época dorada que nunca volverá (la del falso crecimiento especulativo). I entonces que ofrecerá la izquierda, nosotros IU, ICV-EUiA. Si ofrecemos la actual forma de hacer las cosas solo captaremos una parte (importante) de ese descontento.
El movimiento del 15-M es profundamente político, si una política distinta a la que practican los aparatos organizativos e institucionales de la izquierda de nuestro país. Por eso hay que cambiar, para conectar con esas nuevas formas de hacer política.
Una de las tareas de la izquierda (la tarea bajo mi punto de vista) es facilitar las confluencias y atemperar las contradicciones de las movilizaciones, todas son buenas y necesarias, y no hay unas políticamente correctas para la izquierda y otras de las cuales hay que recelar. Los programas comunes y mínimos que salen de Sol, Catalunya, los hipotecados, el movimiento vecinal o el sindicalismo de clase, constituyen el cuerpo básico de las demandas/acción y deben ser nuestra hoja de ruta. Hay que convertir ese plan en un plan de mayorías y no debe comportarse contradictoriamente lo que pedimos en la calle y lo que pedimos en los ayuntamientos y parlamentos.
Si repaso las demandas acordadas en la Puerta del Sol o en Plaza de Catalunya me congratulo con el 80 o 90 % de ellas, ¡están en nuestros programas desde hace mucho! ¿Qué nos separa pues de ellos y ellas! Sin duda las prácticas.
Los acampados deben constatar que la política y políticos que critican son los que apuntalan el sistema: el bipartidismo, la ley electoral, la corrupción, la alternancia…etc, la izquierda transformadora debe escuchar y cambiar parte de su funcionamiento para abrirse a otras formas distintas estructuralmente de participar críticamente.
Es voto también es un elemento de cambio, los partidos del sistema fomentan nuestro alejamiento del voto y de la política corrompiendo ese democrático hacer. Si nos arrebatan el voto desprestigiándolo habrán conseguido una gran victoria, de hecho ya han conseguido mucho.
Un hecho clave es que mucha gente critica con el sistema nos ve como parte de el y desconfía de nuestra acción. Aquí es clave el reforzamiento de nuestra alma de movimiento que va mucho más allá de nuestra parte de política institucional.
Mayorías silenciosas, eso, eso quiere la derecha “silenciosas”
No olvidemos a lo que la derecha denomina complaciente “mayorías silenciosas” esas que han facilitado ampliamente la victoria del PP y de CiU. No se manifiestan en las plazas, pero han sido ampliamente ganadas por el discurso de la derecha y han conducido su indignación contra el PSOE o la inmigración o ambos a la vez, determinando el resultado electoral. Clases trabajadoras fragmentadas, amplios sectores profesionales a los cuales golpea la crisis con dureza. Si no les planteamos una alternativa que no se base en el antisocialismo y el recelo de la inmigración que les inculca la derecha lo tenemos difícil. La derecha juega con su frustración y les ofrece un paraíso cercano (la victoria de la derecha traerá trabajo) y les relata sus demonios (una izquierda que no sabe gestionar y nos arruina).
Necesitamos combinar la cotidianidad con los valores de fondo (esa es nuestra gran diferencia con la dirección del PSOE, renunció a los ideales y los hizo incompatibles con la gestión). La cotidianidad la da la organización estable al lado de la gente y de eso pueden hablar mucho PP Y CiU. Los resultados demuestran que donde la izquierda está bien organizada no solo resiste sino que obtiene grandes resultados, y esos trabajadores, autónomos y comerciantes que nos han votado masivamente en algunos municipios son los mismos que en otros han votado también masivamente al PP o a PxC.
A pesar de las dificultades hay que tener esperanza, en el último periodo hemos retomado el pulso de la movilización y con toda seguridad vienen tiempos de lucha. Hay que preparar y mentalizar a nuestras organizaciones para esos momentos.
Ni IU ni ICV-EUiA pueden congratularse con los resultados, son en lo interno positivos, pero políticamente muy negativos, nuestro potencial es infinitamente superior y no resistiremos a la defensiva o recogiendo las migajas del descalabro del PSOE, la victoria de la derecha también nos pasa a nosotros por encima, hay que ir a por el partido. Es por ello que con el bálsamo de resultados que no son críticos debemos afrontar con serenidad los cambios necesarios para nuestra reconexión. En esa reconexión la unidad y la ampliación, lo social y lo político deben tomar nuevas formas y más protagonistas.
(*) Joan Josep Nuet i Pujals es Responsable de Acción Política de EUiA y Responsable de Relaciones Unitarias de IU