El ámbito de lo que de manera gruesa suele denominarse como Cultura hoy conoce un momento de transformación, o mejor de mutación, como es habitual en los cambios de siglo, subrayado, en este caso, por un cambio de milenio. Ya ocurrió en las primeras décadas del pasado siglo, como en fecha reciente, Philip Bloom ha estudiado, de manera ejemplar, en su ensayo Años de vértigo.
Así es, estos son, también, años de vértigo, de profundas innovaciones que, como entonces, mostrarán un nuevo mapa de la creación artística, del concepto de autor y de la relación de éste con su receptor. Si en los primeros años del siglo XX, el cinematógrafo, el automóvil y el aeroplano revelaron un nuevo estar en la realidad cotidiana, en estos días, internet, la telefonía móvil y los soportes tecnológicos dibujan un territorio incierto y fascinante, a la vez.
La lengua española, en términos culturales, es el “petróleo” de Iberoamérica y España. Un filón de enormes proporciones que apenas en los últimos años se ha comenzado a ser consciente de ello. La lengua española, con cerca de 500 millones de hablantes, además de los millones de personas que la aprenden como segunda o tercera lengua, y la cultura que le acompaña, plantea una situación inédita, en la que se requieren pasos firmes y seguros para consolidarla como segunda lengua internacional, inmediatamente después del inglés.
Por ello, hoy no cabe hablar, por ejemplo, de literatura española, literatura argentina, colombiana o mexicana sino de literatura en español, sin fronteras nacionalistas. Lo mismo comienza a percibirse en la decisiva industria cinematográfica: ya comenzamos a escuchar que se rueda cine en español, así, también para la influyente música popular. Este es un hecho del que, dentro de la Unión Europea, solo se conoce otro caso, el de la lengua inglesa. Y este es un factor determinante a la hora de evaluar el lugar de la cultura española en el mundo.
Y otro elemento insoslayable: en materia de cultura solo sirve la vieja advertencia de los clásicos: la clave es sumar y no restar. La casa de la cultura, como señaló Henry James para la novela, tiene un millón de ventanas. Es el tiempo de abrirlas de par en par. Porque, si no, como escribiría Ortega, toda realidad que se ignora prepara su venganza.
• [Fernando R. Lafuente (Madrid, 1955) es doctor en Filología. Ha sido Director del Instituto Cervantes, Director General del Libro Archivos y Bibliotecas y Director del Instituto de Cooperación Iberoamericana en Buenos Aires. Fue profesor de la Facultad de Filología de la Universidad Complutense de Madrid, de la Universidad de Lenguas Extranjeras II de Pekín (China), entre otras. En la actualidad es Codirector del Máster sobre Cultura Contemporánea en el Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset, Director de ABC Cultural y Secretario de Redacción de Revista de Occidente].