Charo Zarzalejos

Dilema, discurso y liderazgo.

Martes 21 de octubre de 2014
El presidente del Gobierno tiene ante sí un enorme dilema. En cuestión de semanas probablemente tenga que elegir entre lo malo y lo peor. Leyendo y escuchando a expertos en la materia no se sabe bien qué es lo malo y qué es lo peor. Si quedarnos como estamos o acudir a la petición de rescate o como se le quiera llamar.

En una ciencia tan inexacta como está resultando ser la ciencia económica, hay argumentos para una opción o para la contraria. Los que no engañan son los mercados, la prima de riesgo y la Bolsa que parecen haberse conjurado para empujar al Presidente a solicitar el rescate.

Sin embargo la realidad, esta realidad tan dura, tiene muchos flecos, muchos recovecos, muchos intangibles que condicionan esa realidad tanto como los números puros y duros.

Rajoy, que no se ha desprendido de su condición de opositor, parece afrontar el dilema como si de una oposición a registrador se tratara. Silencio para pensar, prudencia no sea que el examen no resulte ser el esperado, además claro está, de multitud de horas pegado a la mesa de trabajo en donde acumula datos, pros y contras que al común de los mortales, por informados que creamos estar, en el fondo se nos escapan y es posible que ni siquiera intuyamos.

No creo que haya un solo ciudadano que, en estos momentos, se cambiara por Rajoy. Ni siquiera el líder de la oposición. España vive una situación en la que se hace más que dudoso el axioma según el cual nada desgasta más que la oposición. Dadas las circunstancias, tengo para mí que hoy gobernar en España es estar abocado, sin remisión, a la inmolación.

El dilema no es fácil pero sea cual se la decisión -creo que al final habrá que acudir a Draghi- va a necesitar de un discurso potente y que vaya más allá de las cifras. Aunque la política esté desprestigiada es precisamente en momentos de crisis cuando se hace más necesaria.

Por eso el Presidente, sin ocultar o edulcorar los datos, debe ir un poco más allá y afanarse por lanzar al país el discurso del sacrificio, si, pero también el de las certezas, el de los conceptos que impliquen exigencia y empatía. Rajoy es un buen parlamentario y un hombre con la formación más que suficiente para ahormar un buen discurso aunque no guste. Liderazgo político es la mejor compañía para gestionar una situación realmente endiablada.

Pero, ¿tiene Rajoy la compañía adecuada para este ejercicio de liderazgo? No cabe duda que su papel es el papel estelar, el principal pero creo que necesita más muletas de las que tiene. No basta con la comparecencia de Soraya Sáenz de Santamaría los viernes, ni con la de María Dolores de Cospedal los lunes en la calle Génova.

Con la que está cayendo y está por caer no se muy bien que hacen tan silentes personas como Javier Arenas o Pío García Escudero destinado a la presidencia del Senado, puesto que realmente podría ocupar casi cualquiera. La lista se podría ampliar pero sería necesario que antes, quienes hoy están en los puestos de mando, comprendieran que el actual modelo de distribución de funciones necesita, y con urgencia, algunos añadidos.

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