Martes 21 de octubre de 2014
Formar parte del gobierno de la nación después de haber sido consejero en la Comunidad de Madrid es estar en la periferia. Beteta dijo adiós a Esperanza cuando Rajoy llegó al palacio de la Moncloa. Bien es verdad que su carrera en la Puerta del Sol había terminado. Hay líneas políticas que tienen, como el Metro, estación de origen y estación término. Y Beteta ya había agotado su billete. Es un hombre sobradamente preparado y eficaz, pero descuida las oportunidades de callar o de dar mensajes que ayuden a impulsar las reformas. Está al frente de la administración pública como secretario de Estado.
Le toca aplicar el adelgazamiento de la burocracia, y esto no se consigue con la dieta Dukan ni con la disociada, que tan buenos resultados le dio a él. Tampoco son formas aquello de decir que los funcionarios siguen abonados al “cafelito”, como si estuviéramos en el siglo XX. La gran pregunta a la que debe responder es aquella de cómo es posible que con mejor tecnología necesitemos el doble de funcionarios de los que teníamos hace treinta años.
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