Martes 21 de octubre de 2014
No son muchos en el PP los que estuvieron cerca de Aznar y pasaron a estar cerca de Rajoy. El caso de Ana Mato es ejemplar por excepcional. Bien es cierto que nunca fue ministra de aquella etapa, pero siempre ocupó puestos en el aparato del partido, o en la retaguardia del Parlamento europeo. Ahora carga con el cometido de aplicar en Sanidad las reformas de Rajoy. Digan recortes, o tijeras, o motosierra, porque la poda está siendo intensa, un poco a salto de mata, y con la impresión general de que se improvisa en función de los humores de los mercados. Quizá no es así, y todo obedece a un plan. En ese caso tendrán razón quienes advierten de los graves errores de comunicación de un equipo que no demuestra empatía con el que sufre los ajustes. Quizá sea esa la peor carencia de este ejecutivo en este tramo del desierto.
Creo que no es acertado poner a hablar de ahorro en la sanidad y en la farmacia del Estado a una señora que luce un bronceado yodado ganado en la playa, en Saint Moritz o en alguna cabina de rayos UVA, que no entran en la lista de la Seguridad Social. Nos gusta su tono moreno. Le queda bien con las perlas, y destaca su melena rubia, pero le resta cercanía, autenticidad, y capacidad para ponerse en el lugar de los sostienen lo que queda del Estado con sus impuestos.
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