Martes 21 de octubre de 2014
El lenguaje sirve para construir ideas, para crear expectativas o para imponer la voluntad pero sirve también para destruir ilusiones, que es la forma más contundente y a la vez demoledora de utilizar, como si fuese un arma, una sola palabra.
Yo no había reparado en la importancia que tiene la conjunción “pero”, hasta que he releído en una reproducción de Internet la frase de Eduardo Sacheri, autor de la novela “El secreto de sus ojos”, que fue llevaba magistralmente al cine por Juan José Campanella y protagonizada por Ricardo Darín.
El párrafo que me ha hecho reflexionar es el que dice: El “pero” es la palabra más puta que conozco: “Te quiero…pero…”, “Podría ser…pero..”, “No es grave… pero” . “Se dan cuenta? Una palabra de mierda que sirve para dinamitar lo que era o lo que podría haber sido, pero no es”
Una sola palabra, en la que a veces ni reparamos porque no significa nada en sí misma es la que sirve para desdecirnos de nuestras promesas y compromisos. En el fondo es un término que se utiliza como coartada para poder excusarse en el futuro recordando “Ya te lo advertí. No era nada seguro. Te dije que existían otras posibilidades.”
Es cierto que el lenguaje os ofrece un sinfín de posibilidades porque casi todas sus palabras significan blanco o negro, bueno o malo, frio o calor, hambre o sed. Es decir, todas quieren decirnos algo, y aunque no nos guste su significado nos aclaran un concepto y nos permiten que sepamos a qué atenernos, pero – y aquí viene la palabra maldita o “la más puta” – cuando recurrimos a esta conjunción empezamos a poner en cuestión todo nuestro discurso anterior.
Sé que aunque en este momento esté hablando de lenguaje o de literatura y cine no puedo evitar derrotar, como los toros contra la barrera, pero yo contra los discursos de los políticos.
“Pero” es el término más utilizado por quienes incumplen sus promesas o por los que tienen la intención de no comprometerse. “Querría haber hecho otras cosas, pero, la crisis me ha obligado”, “Yo estuve en aquel gobierno, pero no soy responsable de algunas de las decisiones que allí se adoptaron”, “Creí que íbamos a tener suficiente presupuesto para hacer esa obra pero nos quedamos sin recursos”. Solo espero que alguien diga alguna vez : “ Reconozco que hice mal las cosas, pero me equivoqué”