Martes 21 de octubre de 2014
Esto de cumplir años es solo cuestión de aguantar, y si no fíjense en más de un personaje que ahí sigue y no la palma, consumiendo cartones de Ducados, pero que Dios, en el que dice que no cree, le conceda un montón de años más.
Yo en cambio prefiero no pasarme de frenada porque está bien vivir mientras que estás a gusto contigo mismo, aunque lo que nunca vas a saber, a ciencia cierta, es si los demás tienen la misma opinión cuando piensan en ti.
Cada vez que veo a alguien desbaratao por la calle me digo a mí mismo que no me gustaría llegar a esa situación, pero no sirve de nada desearlo porque el control de calidad de nuestras vidas no está en nuestras manos. Por eso yo, mientras tanto, voy a lo mío que con frecuencia es también lo de los demás, porque no me resulta indiferente nada de lo que le pasa a la gente que quiero o me importa.
Empleo mi tiempo en jugar al golf, camino todos los años por el de Santiago con un grupo de buenos amigos, a veces profiero en alguna de esas tertulias coñazos que cada vez interesan menos a más gente y, como a José Luis Garci, me gustan el cine, las mujeres y el fútbol, pero sobre todo me ocupo en escribir lo que pienso y fabular lo que imagino.
Cuando miro hacia atrás no me puedo quejar de nada porque he sido un hombre con suerte aunque también me la he trabajado, y si miro hacia adelante me hace feliz fijarme en mi colega Nicolás Marina Armario, que es todo un proyecto de vida ilusionante, guapo, simpático feliz y a veces tocapelotas, que en algo tenía que parecerse a su abuelo ya que le dio por nacer tal día como hoy aunque unas cuantas décadas después.
Lo bueno de todo esto es que, por mucho que dure esta jodida crisis, cuando él sea algo mayor vivirá en un país que habrá superado los problemas económicos, las diferencias que hoy nos parecen irreconciliables, la ineficiencia de nuestros dirigentes y la maldad de los insociables. Eso espero porque, si no es así, siempre le quedará París.
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