Torra y Torrent son las dos manos que va a emplear el auténtico dueño del escenario político catalán, tal y como viene demostrando desde hace más de seis meses. Ellos y todo el mundo en Cataluña saben que deben sus puestos al líder y que igual que los ha puesto los puede quitar. Es más, los quitará cuando lo crea conveniente, momento que coincidirá con una nueva convocatoria electoral en busca de incrementar la actual proporción de que goza en el Parlament. Para mantener la imagen habrá que colocar a Torra en la izquierda y a Torrent en la derecha, siempre más nacionalista.
Escritor, historiador y periodista como Puigdemont, Torra ha sorprendido a los que creían que la “lucha” por el sillón presidencial estaba entre Elsa Artadi y Ferran Mascarell. Este último ha vuelto a perder una apuesta política; y la que pasa por ser la persona de mayor confianza del ex presidente se encargará de la vigilancia de su “nuevo jefe” y de mantener en pie las ambiciones de don Carles.
Habrá un vicepresidente de ERC, que puede ser Pere Aragonés, que es quien dirige a la formación tras la entrada en prisión de Junqueras y la huida de Marta Rovira a Suiza, país por cierto en el que el futuro presidente trabajó durante dos años en una gran empresa de seguros. El resto de los miembros del gobierno catalán se repartirán las carteras de forma equitativa. Y habrá que ver si el PSC, Podemos y el PP dejan que Ines Arrimadas, desde Ciudadanos, mantenga la primacía de la oposición.
Hasta ahora el tema catalán ha sido la gran palanca de crecimiento de Albert Rivera y su partido y ese sentimiento, esa realidad y el inmediato futuro con un gobierno legalmente constituido, es lo que le ha llevado a alejarse del PP y de Mariano Rajoy sacando a pasear el artículo 155. Rivera quiere que desde Madrid se siga gobernando en Cataluña y que el desgaste afecte a aquellos que son su gran objetivo electoral para dentro de unos meses. Si cambia el escenario, tendrá que cambiar la escenografía.