El susto dejó paso a la emoción del último juego. Tres saques y a por la Copa de los Mosqueteros, debieron decir todos los que miraban la final de Roland Garros en el estadio o en sus casa. Y no, de nuevo un empate y otro empate y...la victoria, la increíble victoria de un deportista que demuestra con los hechos que la voluntad está por encima de las dificultades.
A Rafael Nadal se le ha “enterrado” varias veces, tantas como han sido sus periodos de reposo, de volver a mirar en su interior y buscar las soluciones. Reinventarse e incluso cambiar del tio Toni al amigo Carlos para seguir ganando, para sumar unos números imposibles en el tenis e incluso en el deporte mundial. En pista de tierra es casi imposible que algún sucesor alcance ese número de victorias con una raqueta en la mano, y en título de Grand Slam tan sólo Federer le aventaja. Atrás quedan nombres como Pete Sampras, Novak Djokovic, Bjor Borg, Rod Laver...leyendas de una historia que Nadal sigue escribiendo a sus 32 años recién cumplidos.
El austriaco Thiem no fue un rival fácil pese a las estadísticas de los tres set. El partido duró tres horas, con juegos de auténtica locura, saques a más de doscientos kilómetros por hora, muchos, y unas dejadas que hubieran roto las piernas y la cintura a la inmensa mayoría de los mortales. Nadal parece que no es mortal cuando es capaz de restar esos misiles, cuando es capaz de llegar a las dos esquinas del campo de juego, cuando resiste desde el fondo por no tener más remedio y cuando saca el revés cruzado para llevar la bola más allá de lo que los brazos de su rival alcanza.
Se va de París conservando el número 1 y los cien puntos de ventaja sobre su gran rival de los últimos quince años. Veremos que pasa en la hierba de Wimbledon y las pistas duras y rápidas de Estados Unidos y Australia. Aparecerán más rivales, sin duda, pero ayer, en París, con once títulos en su bolsillo, una ovación interminable por parte del público y unas lágrimas en sus ojos, Nadal era de nuevo el mejor embajador, la mejor imagen de esta España que parece querer reinventarse cada día.