Con los ocho mejores equipos del Mundial dispuestos dentro de 48 horas para las batallas de cuartos - casi todos esperamos que sean Francia y Brasil los que peleen por el título - y convertidas las tandas de penalties en una de las características que quedarán en el recuerdo, va Josep Pedrerol y en su programa suelta la bomba tantas veces anunciada y nunca confirmada: Cristiano Ronaldo se marchará del. Madrid para jugar en la Juventus de Turín por cien millones de euros, que es la cifra que recibiría el club blanco por dejarlo en libertad tras haber rebajado su cláusula de rescisión de mil a ciento veinte millones, una tontería.
Florentino Pérez lleva tiempo con esa idea metida en su cerebro: los mejores tiempos de la estrella lusa pertenecen al pasado. Con sus 33 años y visto lo ocurrido en el Mundial, el futuro será acuesta abajo. Es ley de vida y la cruz de todo deportista. Ronaldo se cuida, se exige, pero gran parte de las virtudes que le convirtieron en una estrella están despareciendo a ojos vista. Si se marcha del Bernabeu es posible que alguna de las figuras que están brillando en Moscú ocupen su puesto, con MBappe en primer lugar, el jugador que más recuerda al otro Ronaldo, al brasileño al que todos los aficionados llaman el “gordo”. La misma potencia, la misma fortaleza y con doce años menos que Cristiano. Habrá que ver si ésta es la buena o simplemente una serpiente de verano.
Quien no parece estar dispuesto al sacrificio es el presidente de la Federación. Rubiales ganó las elecciones, se equivocó en casi todo y ahora quiere salvarse de la debacle mundialista con un fichaje de entrenador que encandile al mundo del futbol. Lo tiene difícil, ya sean Michel, Quique Flores, Luís Enrique, Paco Jémez o cualquier otro ex-jugador de campanilllas. Si tenía enemigos dentro y fuera de la burocracia del balón, ahora tiene muchos más, algunos como Florentino Pérez con fuerza suficiente y relaciones suficientes como para hacerle la vida imposible. Un objetivo en el que encontrará aliados entre los presidentes de los clubs e incluso entre los propios jugadores. Será Hierro el que cargue con las culpas. Coque y Aspas los que asuman que sus errores en los penalties fueron decisivos en el adiós. Y se enterrará el famoso y hasta divertido slogan del tiki taca.