Les voy a contar un descubrimiento, que les ayudará a entender la forma de hacer política que puso en marcha el secretario general del PSOE desde muchos meses antes de hacerse con el poder en su aparente y oportunista moción de censura. Nuestro actual presidente del gobierno es un adicto a la tecnología y a su aplicación en todas las esferas de la vida pública. Habla ingles y sabe que “blockchain” es la base del nuevo monetarismo, del universo oscuro de las cripotomonedas. Recibió una, digamos “clase magistral” por parte de dos de los gurús de nuestra inteligencia patria, ambos unidos por fuertes lazos laborales.
Desde entonces Pedro Sánchez utiliza dos inteligencias, la suya, que es tan normal como la de cualquier hijo de vecino pero con dos ambiciones sumadas, y la artificial, la que proporcionan los algoritmos y que permiten respuestas más rápidas y más completas a las preguntas que interesen o a los planes que se pretenden poner en marcha. Una tesis sobre la I.A. espera paciente en el ordenador de un presidente empresarial a que su autor encuentre el tiempo y las ganas necesarias para terminarla. Y mientras lo hace ofrece sus saberes a los “amigos” más recientes de forma abierta y generosa, tanto como para que al actual inquilino de La Moncloa se le hayan puesto los ojos como “chirivitas” ante la posibilidad de aumentar la recaudación de Hacienda en un 20 por ciento gracias a una mejora en la capacidad de análisis y tratamiento de la información que se tiene de los contribuyentes.
Tan convencido está de las ventajas que se obtienen con la aplicación de “las cadenas de bloques” a la acción política que ha diversificado y atomizado los equipos de Presidencia y Ministerios para que los “bloques” sean más pequeños, más eficaces y más diversificados. Más piramidales y menos controlables en el conjunto, con muy pocas personas con capacidad para acceder a la imagen final y completa de la gestión gubernamental.
No se trata tanto de premiar a los fieles del partido como de “utilizar” las distintas cadenas de mando del Ejecutivo de otra forma. Por un lado existe información que es compartida por todos en distintos niveles, sin tener que recurrir al origen de la misma, y por otro, para obtener la imagen global de cada proceso en la toma de decisiones es necesario conseguir la “credencial”, el “código”, la llave que te vaya abriendo las distintas puertas de cada bloque. La encriptación de la política ha llegado para quedarse.