Las tres elecciones del próximo 25 de mayo - europeas, autonómicas y municipales - van a ser el epicentro de todas las formaciones políticas. En las listas comienza el reparto del poder y si Pedro Sánchez desde La Moncloa lo tiene más fácil en el PSOE que hace un año, en el nuevo PP de Pablo Casado van a ser los dirigentes autonómicos los que prueben la fuerza o la debilidad de su presidente y la de su equipo. Lo mismo ocurre con Podemos tras el largo “retiro” de sus dos líderes - Pablo Iglesias e Irene Montero - que no ha sido cubierto por los segundos espadas dejando al descubierto una de las grandes debilidades de la formación morada; y en Ciudadanos parece que no saben hacer otra cosa que recurrir al “fantasma Independentista” de Cataluña para recuperar la inicitiva que perdieron tras la moción de censura que llevó a Sánchez al poder.
Los nacionalistas tienen un futurto muy desigual: en Euskadi el PNV tendrá que cambiar de aliados para gobernar, alejándose Urkullu de sus “socios” de Bildu para acercarse a los socialistas y herederos de Patxi López; mientras que en Cataluña la pelea entre la nueva formación de un Puigdemont huido y la Esquerra de un Junqueras encarcelado tendrá que decidirse entre el mantenimiento de la tensión separatista - más allá de la Diada - o la negociación del futuro referendum de autogobierno que le está ofreciendo Pedro Sánchez.
El segundo gran tema - que debería ser el primero pero el egoismo personalista de los partidos lo posterga a ese puesto - son los Presupuestos de 2019 y el actual techo de gasto. Ahí se juega España de verdad su futuro económico, tanto a nivel interno como europeo e internacjional, con un nuevo modelo laboral que urge, una Seguridad Social quebrada, unos impuestos que van a subir pero que no pueden alterar los conciertos internacionales, por un lado, ni cortar el consumo y, menos aún, volver a castigar a las rentas más bajas. Algo que ocurre cuando el IPC supera al IRPF en sus subidas y cuando productos básicos como la electricidad, los carburantes y los intereses hipotecarios y financieros comienzan una escalada que ha estado contenida desde el Banco Central Europeo.
Sin Presupuestos propios el Gobierno de Sánchez puede que no tenga más remedio que “disolverse” y afrontar unas elecciones anticipadas. Unos - de dentro y fuera del PSOE - apuestan por el otoño de 2019; otros por finales de 2018 o los dos primeros meses del próximo. Port medio está la cita fija del mes de mayo, las elecciones andaluzas que no pueden irse más allá del mes de marzo, con la posibilidad de que en Cataluña Puigdemont y Torra decidan hacer su propio “referendum” a través de la convocatoria electoral, y que en Euskadi el lendakari y el PNV decidan que su mejor momento para “desprenderse” de la carga de Bildu es este.
Todas las autonomías desean más dinero del estado, más dinero y más poder, más transferencias, más control de sus cuentas y mayor disponibilidad para decidir dónde, cuándo y cómo gastar su recaudación. Las 17 buscan lo mismo y el Estado no puede seguir quedándose vacío, aplastado entre una Europa que busca mayor fortaleza política - siempre desequilibrada entre su 28 miembros con Alemania deseosa de imponer su fortaleza al Este y al Oeste, con Merkel ejerciendo de equilibrista entre Putin y Trump y dispuesta a jugar con los apoyos puntuales que le pueden proporcionar la Francia de Macron o la España de Sánchez - mientras negocia a cara de perro la puesta en marcha del Brexit con una Gran Bretaña en la que el gobierno de May es cada día más débil.
Existen tantas causas judiciales abiertas que afectan a los partidos políticos y a un considerable número de sus dirigentes - estén o hayan estado en puestos directivos - que es imposible que los cierres de sumarios y los juicios y posteriors condenadas no afecten a la vida pública.
Tanto lo que tienen ámbito nacional como los que se resolverán a nivel regional y local. Abarcan toda la geografía nacional y si bien a la ciudadanía cada vez le importan menos, adormecida por la persistente lluvia mediática de los mismos, no ocurre igual en los interiores de las formaciones: a enemigo interno muerto, puesto vacante por el que hay que pelear.
Está el especial tema del juez Llarena y el respaldo obligado que el Gobierno le debía y le va a dar en Bruselas ante las acusaciones por parte de Puigdemont. Han tenido que ser las asociaciones de jueces y fiscales los que han obligado al Ejecutivo a cambiar de criterio, dejando al desnudo las diferencias internas que existen entre los distintos Ministerios y los ministros. Un tema que se une a otros que han servido y sirven más de “entreteniemto político” que de preocupación social como han sido el traslado de los restos de Franco del Valle de los Caidos - que se votará en el Congreso - y el del sendicato de las prostitutas, que era una forma encubierta de legalizar la prostitución y que se ha cerrado - como en el caso de Llarena - con una marcha atrás mal explicada y peor digerida por parte de las ministras responsables.
Muy pegada al ámbito económico y social está la inmigración, los miles de hombre, mujeres y niños que huyen de la pobreza en Africa y buscan en Europa un futuro que en sus países de origen no tienen. Son un instrumento de chantaje político indudable y un “mercado” para las mafias que controlan la salida y llegada de las pateras a nuestras costas. Europa no encuentra una solución que sea a la vez humanitaria, legal y económicamente sostenible. este verano las imágenes de los saltos a las vallas de Ceuta y Melilla, las acciones de salvamento marítimo se han superpuesto a las de miles de manteros en las aceras de la costa y las ciudades del interior vendiendo productos falsificados, que son el último eslabón de otras mafias o tal vez de las misma que los envían a Europa.
Curso denso y complicado. Exigente. Muy político, con nuevos escenarios y nuevos líderes y no unicamente en el ámbito de la política. también en el mndo financiero y empresarial. Lo ocurrido en El Corte Inglés con Dimas Gimeno y sus primas es un buen ejemplo junto al nacimiento y consolidación de Energy de la mano de Francisco Reynés con el apoyo de Isidre Fainé. Otros, como la consolidad sucesión de Emilio Botín en el Santander, la anunciada y obligada de Francisco González en la presidencia del BBV, la “real” en ACS entre Florentino Pérez y Marcelino Fernández, el cambio de Sánchez Galan en Iberdrola o el final de la larga y en parte traumática sucesión de Cesar Alierta por Alvarez Pallete en Telefónica, están en el inmediato calendario. Todas ellas tienen un reflejo en la política, sobre todo la última.
En paralelo a la vida y a los problemas que afrontan los líderes políticos, económicos y sociales está la Jefatura del Estado. El Rey Felipe y el Rey Juan Carlos. La Corona, a la que guste menos que más no va a tener más remedio que afrontar los deseos de una reforma constitucional bajo la que una parte de las fuerzas políticas quieren “colocar” una votación entre Monarquía y República. Lo que no se hizo por imposible en aquellos momentos en 1978 plantearlo y hacerlo en 2019, cuarenta años más tarde. Si Juan Carlos I tuvo el acierto y la habilidad para superar su designación de sucesor por Francisco Franco y convertirse en garante e impulsor de la democracia parlamentaria en nuestro país; Felipe VI debe tenerlo para hacer excatamente lo mismo: superar la abdicación de su padre y colocarse al frente de una España que, si quiere ser monárquica entre sus dirigentes, también va a convertirse más pronto que tarde en federal. La izquierda de Felipe González y Santiago Carrillo fue la gran piedra de apoyo de la vuelta de un Borbón al frente del Estado. No parece que la izquierda de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias quieren cumplir con ese papel.