Sergio H. Baz | Domingo 19 de agosto de 2018
Los nueve meses que quedan hasta el uno de junio del 2019 confirmarán de nuevo que el futbol español protagoniza cada temporada un injusto y tramposo embarazo. Ese día se celebrará en Madrid la final de la Champion. Seis días antes se conocerá el vencedor de la Copa del Rey, y el 19 de mayo terminará la Liga de forma oficial y con un campeón que se conocerá - casi con toda seguridad - con unas semanas de antelación.
Sin ser adivino, los dos títulos nacionales ya tienen nombre: serán cuatro los clubs que aspirarán a esos trofeos, con ventaja histórica para Barcelona y Real Madrid. Para darle un poco de emoción están los segundones, el Atlético y el Valencia, con un Sevilla que siempre aparece pero que se desinfla según avanzan las competiciones.
Año tras año se buscan tímidas sorpresas que ayuden a ilusionar a los más modestos pero el futbol hace ya muchos años que dejó de ser un deporte para convertirse en un gran negocio, un espectáculo en el que a veces se descubren las trampas más sucias y privadas pero que acepta la mayor de todas, el enorme desequilibrio presupuestario de los clubs.
Para aquellos que sólo miran los goles y se emocionan con sus ídolos miremos las cifras, los presupuestos y el reparto de ingresos por derechos televisivos y que explican el paso dado por Tebas y los suyos de llevar la Liga a Estados Unidos, que es lo mismo que decir que en la Norteamérica de Trump lo que verán serán los partidos del Barcelona y el Real Madrid, no parece que en Nueva York o en Miami vayan a tener mucho interés en ver el campo del Girona o del Alavés en alguno de los partidos que los enfrentarán.
El Barcelona tiene este año un presupuesto que se acerca pasos agigantados a los novecientos millones de euros. En el lado opuesto, el Huesca, recién ascendido se tendrá que enfrentar a los gigantes y a la esperanza de mantenerse en el grupo selecto del futbol hispano con sus escuetos siete millones. Ya está todo dicho, pero sigamos: el Real Madrid está en los setecientos, el Atlético ya llega a los 350 y el Sevilla en los doscientos. Por la cola están los 40 y poco del Girona, el Getafe, el Leganés y el Eibar. Con el sueldo de Messi, por ejemplo, se cubrirían los presupuestos de la mitad de los clubs.
La batalla es tan desigual que impide, de verdad, la llamada sana rivalidad deportiva. Es como si se enfrentaran Hamilton o Vettel con un Formula 1 a un ajetreado y optimista padre de familia al volante de su utilitario. Y si miramos el reparto de los derechos televisivos de esta temporada, en la que las tres grandes empresas de telefonía han echado el resto para quedarse con las emisiones, desde Telefónica a Orange y Vodafone, comprobaremos que de los cerca de doscientos que recibirán Barcelona y Real Madrid a los 40 de los “pequeños” la diferencia se mantiene. Sin contar, por supuesto con el resto de ingresos por entradas y venta de camisetas, gorras y demás mercaderías.
Para consolarnos y no sentirnos distintos del mundo que nos rodea, los 1.500 millones que se reparten en nuestra Liga están muy lejos de los 3.000 de la Premier inglesa y más lejos de los casi seis mil del futbol norteamericano. Eso sí, estamos por encima de Italia, no mucho, pero 300 millones son un buen pellizco.
Volvamos al principio: terminado el embarazo, allá por el uno de junio, las posibilidades de que Barcelona y Real Madrid hayan ganado la Liga y la Copa del Rey son más que muchas. Pueden ponerles dificultades Atlético y Valencia, y paremos de contar. El resto, como ocurre en todos los espectáculos son actores de reparto o figurantes, con todo el respeto para esos clubs, para los que en ellos juegan y para su responsables gerenciales, obligados todos a realizar auténticos ejercicios de magia cada temporada.
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