Los actores han estado a la altura de lo que se esperaba de ellos, si bien el guión y el papel que les correspondía era fácilmente mejorable, sobre todo cuando han acudido a las citas secretas en despachos y estaciones de ferrocarril en lugar de mantener la representación en el escenario del Parlamento.
El presidente del PP andaluz se ha encontrado con un regalo tan inesperado como imposible de devolver. Con menos votos que ninguno de sus antecesores en la lucha de las urnas se podía convertir en presidente de la Autonomía. Y lo va a ser con todas las consecuencias, por encima de las interesadas y hasta carnavalescas declaraciones del resto de los partidos, incluido Ciudadanos. Por si se le faltara algo, con su llegada al palacio de San Telmo logra que su jefe nacional reciba la parte correspondiente del obsequio electoral. Juanma Moreno y Pablo Casado están de enhorabuena y se les nota, tanto o más que a Santiago Abascal y sus compañeros de Vox.
Sometido al columpio de la política europea y nacional, Juan Marín tampoco podía hacer otra cosa que llevar a la presidencia de la Junta a Moreno Bonilla. No hacerlo hubiera sido una gran traición a sus votantes, a los que durante toda la campaña les prometió que no volvería a apoyar a Susana Díaz. ¿Lo habría hecho con otro candidato del PSOE andaluz?, ¿habría aceptado ser vicepresidente con otro dirigente socialista?. Nunca lo sabremos, o por lo menos no lo sabremos ahora.
Las matemáticas de PP y Ciudadanos arrojaban una suma, 47 escaños. Ni uno más, ni uno menos. Les faltaban 0cho para llegar al poder. Y esos ocho y cuatro más los tenía el juez Granados, el candidato de Vox, en sus alforjas. Tenían que aceptarlo y lo han hecho, simulando que se tapaban la nariz por representar a la ultraderecha, pero tan satisfechos por conseguir el objetivo final: echar al PSOE del poder en Andalucía tras 40 años de ejercicio que parecía inacabable. Y además, si se gobierna con los votos y todos los votos valen lo mismo, los del partido de Abascal son tan válidos y útiles y democráticos como todos los demás. Decir lo contrario es jugar al mentiroso.
Para la derecha, que abarca desde Ciudadanos a Vox, se trataba de repartirse el inesperado y ansiado botín del poder andaluz. Si aciertan en los cambios, en las propuestas y en los hechos durante los meses venideros, hasta finales de mayo, puede que la recompensa sea mucho mayor. Les esperan las municipales, donde PSOE y Podemos intentarán la revancha y la obtención de otro poder que enfrentar al de la Junta. Veremos quien lo consigue.
Si la derecha está dispuesta a dejar los principios a la hora de utilizar las matemáticas, tanto o más lo está la izquierda y la izquierda de la izquierda. Los sillones por encima de las declaraciones. Las excusas por encima de la autocrítica. Algo que vale para Susana Díaz y los suyos, y para Teresa Rodríguez y Antonio Maillo. La búsqueda de un puesto en la Mesa del Parlamento es patética, con esa reunión en la cafetería de la estación de Jerez con Juan Marín, el gran componedor de esta farsa, trágica para unos, comedia para otros.
Queda por cerrar el reparto de los cargos en el gobierno, tanto a nivel de Consejerías como de las direcciones generales y las delegaciones provinciales, el auténtico entramado del poder que el PSOE ha manejado con suficiencia desde el comienzo de la democracia. Ahí va a estar el gran cambio, el auténtico tsunami que ha provocado la explosión del Krakatoa electoral andaluz.