Si para Enrique IV de Francia, París - el trono y el reino - bien valía una misa en el verano de 1593 en la catedral de Saint- Denis y su conversión al catolicismo; para Pedro Sánchez la aprobación del aumento en el gasto presupuestario y asegurarse así de que podrá mantenerse sin mayores dificultades en La Moncloa hasta finales de 2019 bien vale su reunión en Barcelona con Quim Torra y el si de los dos partidos independentistas, PDeCat y ERC.
El poder siempre es muy caro y exige pagar un tributo a los que lo desean. El Rey francés tuvo que evitar su muerte por asesinato varias veces, renegar del protestantismo ante el poder de los nobles católicos a los que apoyaba nuestro Felipe II, conseguir que se anulara su primer matrimonio por no haber tenido hijos y, al final casarse con María de Médicis a cambio de 600.000 escudos de oro que pagó gustoso su suegro, el duque de Florencia.
Sin llegar a tanto, pero si con algún “príncipe de la Iglesia” por medio al igual que hizo Enrique con el arzobispo Renaud de Beaune, el presidente Sánchez ha conseguido lo que los dos partidos catalanes le habían negado en el mes de julio: su supervivencia hasta consumir casi e su totalidad la actual Legislatura, e incluso llegar hasta junio de 2020 si en una nueva negociación se aprueban los Presupuestos elaborados por la ministra Calviño.
La vicepresidenta Calvo y la ministra Batet se reunirán con Pere Aragonés, Elsa Artadi y Ester Capella, el tridente catalán encargado de poner texto a la música de sus presidentes, o lo que es lo mismo, de acordar los caminos del dinero y la justicia, con la vista puesta tanto en el “castillo” de Puigdemont como en la cárcel de Junqueras. La paz entre gobiernos e instituciones se consigue en el último minuto de la guerra pese a que alguno de los combatientes no se entere y pretenda alargarla. Es lo que puede pasarle a los CDR si insisten en la violencia mientras el estado negocia y busca salidas políticas, económicas y judiciales. No es fácil, no será sencillo, se ha legado al límite de las palabras, pero al igual que en el caso de los Presupuestos italianos y la Comisión europea, los acuerdos llegan cuando los políticos aceptan su propia realidad y los límites de su poder.
Aquel Rey que puso su ambición y el trono por encima de todo lo demás, incluyendo el saneamiento de sus mermadas finanzas a través de un matrimonio convenido entre la representación del poder católico que ostentaba Felipe II y la representación del poder económico que eran los Médici, consiguió sus objetivos y vivió como quiso durante 17 años entre amantes cortesanas y viajes políticos, hasta que un eltracatólico llamado François Ravaillac le mató de dos puñaladas en una calle de París, el día después de haber colocado la corona de reina sobre la cabeza de María.
Pedro Sánchez no es Rey, pero si reina mal que bien sobre el socialismo español. Tiene también a sus barones territoriales que oscilan entre el apoyo y las críticas ante las guerras electorales a las que se enfrentan, y tiene ahora a una “reina” cuya corona heredada durante 40 años se tambalea tras su última batalla. Incluso si se miran con atención los dos cuadros que Pedro Pablo Rubens pintó por encargo de la soberana francesa para su palacio de luxemburgo se puede apreciar un parecido entre María de Médicis y Susana Díaz. Ambición, capacidad de resistencia ante la adversidad, astucia negociadora y voluntad de liderazgo hay que reconocerles a las dos.
Con los seis mil millones que ya ha conseguido para dedicarlos a gasto social y presupuestos autonómicos con el apoyo de PDeCat y ERC, y el que ya tenía de Podemos y sus confluencias, Sánchez tiene “gasolina” para presentarse en las elecciones del próximo mayo con una mejor imagen política que sus rivales. Tendrá que pasar por la negativa del Senado, donde el PP cuenta con mayoría absoluta, pero hará ver que es la derecha la que impide los aumentos en las pensiones y en el salario mínimo. Si, al mismo tiempo, el “problema catalán” deja de ser un problema para convertirse en preocupación... ¿por qué no pensar en estar en La Moncloa una década?.