Martes 21 de octubre de 2014
LÓPEZ AMOR, Y LAS PRISAS
¿Recuerdan a Elena Pisonero? Fue ministra por unas horas, “ministra in pectore”, se decía en otro tiempo, cuando el latín era un idioma cotidiano entre los estudiantes, una lengua que hablaba Tierno Galván, en sus ratos de ocio. Elena recibió ramos de flores, parabienes, felicitaciones. Y sin embargo, cuando Aznar sacó el cuaderno azul, Elena no estaba en la lista. Lo mismo le ha pasado a Fernando López Amor, aquel que fuera Director General de RTVE, hombre de ideas sencillas que pensaba que podía poner en antena las películas que él tenía en su casa. Se le dijo que no, con buenas maneras y educación. AL día siguiente se le ocurrió poner películas del oeste por las tardes, y aquello fue un acierto, que daba audiencia y resultaba barato, casi tanto como tirar de videos caseros. Ahora López sonaba para ocupar la cartera de Economía en el gobierno de González. Hasta los diarios digitales titularon con campanillas para ponerle rostro al nuevo ejecutivo autonómico de Madrid. López Amor era el hombre fuerte. Pero se leyó el gobierno, el de verdad, y no estaba. ¿Qué había pasado? Pues que López se había ido de la lengua, y había llamado a casa, y a los amigos, para contarles la buena nueva, y la noticia se difundió y González, Ignacio, decidió cambiar de nombre. La indiscreción, la vanidad, el ego. Esa cosa genética que nos pierde, Fernando.
LA ESTRELLA DE BONO
Bono es estrella, nació para ello. Desde sus tiempos mozos como abogado del despacho de Morodo, desde aquellas mocedades, cuando quería ser Guardia Real, seguro que por el uniforme, y la camaradería de los cuarteles, a la vera del Rey. Bono disfruta estos días del estrellato: le piden entrevistas, participa en los chats de los periódicos, y en todas partes le preguntan lo mismo: que cuánto ha cobrado, que si no le parece un exceso hacerse un retrato por 90.000 euros que pagamos todos. Bono, para congraciarse con la masa enfurecida, ha decidido prescindir de la indemnización por dejar de ser presidente de las Cortes. Algunos, al dejar sus cargos, deberían indemnizar al personal. No pienso en Bono, sino en Zapatero, ese hombre que todavía provoca que el ex presidente de la Cámara se muerda la lengua. Bono brilla, pero cuando leo sus declaraciones no puedo evitar la sensación de que se trata de una de esas estrellas muertas, apagadas, cuya luz nos sigue llegando hasta la Tierra por efecto del tiempo. Bono habla solo del pasado, por tanto es historia. Por eso el primer ejemplar que salió de sus memorias se lo ha enviado a Felipe González.
RAJOY, CON PURO
Cuando era estudiante nos hacían una prueba. Consistía en titular una foto en la que se veía a Winston Churchill en la escalerilla de un avión aterrizado en Barajas. En la instantánea, Churchill no fumaba. El titular correcto era: Churchill sin puro en Madrid. El puro se había convertido en una apéndice del premier británico, en una extremidad generada por su ADN, en algo consustancial al personaje. No es el caso de Mariano Rajoy, del que sabíamos que fumaba, pero en la intimidad. Ahora le hemos visto en Nueva York, paseando por una de sus grandes avenidas, y echando humo como una cafetera, o como una locomotora de las antiguas. Ya sabemos que en Nueva York solo se puede fumar en la calle. Los que acompañan a Mariano son gente suya, de su equipo, que no se queja del humo, más bien al contrario, parecen satisfechos de que el jefe quiera compartir sus humos con ellos, en una comunión del habano y la nicotina que el maestro reparte a través del aire. La foto es buena, la imagen mala. Mientras en Neptuno los faunos españoles salen del mar del anonimato para asaltar el Congreso y echar a gorrazos a la clase política, Mariano se fuma un puro. Fumarse un puro, en español coloquial, equivale a demostrar una absoluta indiferencia por las cosas, una distancia colosal entre los señoritos y el servicio, un darle igual a uno que se caiga el mundo. La imagen que traslada es de tanta despreocupación, que inquieta, Mariano.
CORINNA, DE NUEVO
Da gusto ver a Corinna. Es fácil tener una debilidad con esta señora bella, culta, de apellido entre aristocrático y filosófico, a la que uno supone pariente lejana del gran Ludwig, autor austríaco, padre de la filosofía analítica. Vemos a Corinna en el New York Times, diario que parece decidido a echar una mano a los republicanos y convertir nuestra España en unos estados desunidos. El NYT ha puesto el ojo en la pobreza española, para luego darle aire a las debilidades del Rey Juan Carlos, y después recordarnos la fortuna estimada de nuestro monarca, que la tendrá no se sabe dónde. Corinna dice que Juan Carlos es un tesoro, y no sabemos muy bien a qué se refiere con una declaración tan ambigua, que se puede leer desde el punto de vista político, pero también desde una posición bastante más íntima. Eres un tesoro. ¡Quién no ha oído esa expresión alguna vez, pronunciada en un rapto de pasión, en un momento de ofuscación y entusiasmo! Debemos pensar que los españoles sabemos lo que tenemos en la Zazuela, quizá mejor que Corinna, que al fin y al cabo tiene un interés de parte.
LARA, SE CONFIESA
No paran de sonar los teléfonos entre Madrid y Barcelona. Es una conversación incesante, que parte de Cataluña. Quieren saber cómo nos sentaría una independencia por las bravas. Es fácil de imaginar. Algunos llaman para disculparse: “fíjate en qué lío nos han metido estos insensatos”. Lo dice Durán i Lleida cada vez que coge el AVE: “estamos en un lío”. Cierto. Tanto es así que los presidentes de las grandes compañías ya no se muerden la lengua. Por ejemplo Lara, que termina la semana confesando que si la Generalitat decide levantar fronteras y separarse del resto de España no tendría otro remedio que cambiar la sede social del grupo y llevársela a Madrid. Normal. Se juegan los resultados de las cuentas anuales, se juegan la supervivencia. Nadie en España entendería otra cosa, sobre todo si recordamos que el grupo fue fundado por un señor de acento andaluz que pasó sus años de juventud en un cuerpo tan español como la Legión. A Lara le parece un disparate, como se lo parece al presidente de la Caixa. Al final la mejor manera de evitar estas rupturas es tener unas sólidas y tupidas relaciones comerciales. Por eso a mí nunca me han gustado los boicots, porque terminan provocando lo que quieren evitar. Es mejor comprar y vender, y establecer lazos comerciales sólidos. La cuenta de resultados es el mejor antídoto contra este tipo de maniobras organizadas por una clase política peor que mediocre.
DEL BURGO Y SEÑORA
Se enredan las cosas de palacio, por la rama familiar la Princesa. Jaime del Burgo es amigo de Letizia, desde los tiempos del Telediario de TVE. Ella fue un día a hacer un reportaje sobre las víctimas de ETA. Jaime había escrito un libro sobre la experiencia de estar en el punto de mira de la banda. Y ella le entrevistó para algún reportaje, y se hicieron amigos. El mismo espíritu inquieto, el mismo nervio impaciente para las cosas: dos temperamentos apasionados. La amistad se ha mantenido desde entonces. Con el tiempo Jaime se enamoró de Telma. Y se casaron. Pusieron tierra por medio para vivir en Nueva York. Hicieron la mudanza, y él escribió un artículo en el diario El Mundo en el que pedía que les dejaran en paz, que el foco de los paparazzi no se fijara en ellos, y que se marchaban a los Estados Unidos en busca de una intimidad que aquí nadie les concedía. El caso es que ella ha tenido que volver a Barcelona, debido a las decisiones judiciales sobre la hija que tiene con otro señor. Y se ha vuelto a organizar, con mucho ruido, otra feria de las vanidades. Ha habido incluso una revista que ha titulado a todo trapo y que ha dicho que se han separado. Nada más lejos de la realidad. La prensa no da tregua, incluso con falsedades. Parece que no habrá paz para los emparentados con la familia del Rey.
BEATIFICACIÓN DE MESSI
Llega la hora del argentino, de su subida a los altares de los medios de comunicación. Todo es Messi: fotos de su vida y de su historia, desde niño hasta cumplir los 25 años. Con un cuarto de siglo, el argentino se ha metido en el santoral futbolero, casi con tantos méritos como Maradona, y digo casi porque le falta un campeonato del mundo con la albiceleste. Diego Armando, que tiene un resentimiento crónico contra el chico, se está revolviendo estos días, buscando un hueco para morderle los tobillos a Leo. No lo tiene fácil. Messi llegó a Barcelona siendo niño y siendo chico. Su padre me contaba una mañana que le dieron de todo para crecer, incluida una hormona que prometía estirar las tibias para ganarle un par de palmos al pibe. No había manera. Lo pasó mal aquellos años, en los que echaba de menos sobre todo a su madre, que se había quedado en Buenos Aires. Era como la historia del inefable Marco, pero al revés: de los Andes a los Pirineos. “La suerte mía, dice Messi, fue caer en este Barça”. Seguro que tiene razón. Si hubiera dado en otro equipo le habrían tirado en mitad del camino, por no tener glamour, o por no dar la altura, o por no ser guapo y con el pelo engominado. Y es que el estilo es lo que hace a los hombres y a los futbolistas.
PASTOR, Y LA GOTA FRÍA
De la mala imagen que tiene nuestro gobierno se libra Ana Pastor, ministra de Fomento, mujer de pico y pala, como aquella Aguirre que se ponía el casco del metro para salir en las fotos de campaña. Pastor se ha puesto las botas y ha bajado al sur, para ver los daños de esta gota fría que nos deja diez muertos y tres desaparecidos en el temporal de Murcia y Almería. Pastor está siempre al pie del cañón, y así te puede llamar en pleno mes de agosto para decirte lo que hay de lo tuyo. “Aquí estamos, sin vacaciones, pero contentos por tener trabajo”. Esas cosas solo las dice ella. Un buen día, un amigo que es catedrático de Historia en alguna universidad, me expresaba su pesimismo sobre la alternancia política en España: “aquí o te gobiernan los pijos, o te gobiernan los pedorros”. Ayer le llamé para señalarle alguna excepción. Y me dijo que tenía razón. Por esta vez.
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