Ya tenemos de regreso a la arena política al más genuino representante de la evolución de la derecha española: José María Aznar López supo llegar al poder por la mínima, supo administrarlo para conseguir una mayoría absoluta, y supo dejarlo para que en este país hubiera de hecho y casi de derecho una alternancia en el la administración del estado. Ahora que desde las filas de un renacido PP comparan a Pablo Casado con Cánovas del Castillo habría que recordarles que si alguien tuviese que ostentar esa dudosa comparación, ese sería Aznar. Siempre que estemos dispuestos a colocar al otro lado a un Práxedes Sagasta, inexistente en las filas socialistas.
Para alcanzar la victoria Aznar tuvo la paciencia de esperar. Dos derrotas y la virtud de unir a todo el espectro del centro derecha, lo que no había conseguido Fraga Iribarne, el gran y primer patrón de lo que hoy es el Partido Popular. Desde la presidencia de Castilla y León y bien apoyado por su pequeño pero efectivo grupo de incondicionales se alzó con el liderazgo del partido y de ahí a La Moncloa. Tardó seis años en los que no paró de clamar y reclamar por la salida del “señor González” desde la tribuna del Congreso y desde los medios de comunicación.
Ha vuelto tras el ostracismo al que le sometió Mariano Rajoy, su elección sucesoria, y lo ha hecho para sentar doctrina y amparar, ayudar, sostener e influir en Pablo Casado. Este le reconoce todo lo que hay que reconocerle al auténtico líder, que quiso irse pero no desaparecer. Ni él, ni ninguno de los ex que se sentaron en primera fila para escuchar el diálogo entre los dos presidentes del partido. El ayer y el hoy.
Si José María fue duro con el líder del PSOE y del gobierno socialista, Pablo no quiere serlo menos. Y acusación por acusación ha ido un paso más allá desde la tribuna del Congreso y le ha dicho a Pedro Sánchez que es responsable del golpe de estado que se está produciendo en Cataluña. A partir de ese instante, el slogan ha calado en todos y cada uno de los futuros candidatos electorales, con el consiguiente concurso para ver quién es aún más duro, radical y apocalíptico que su presidente.
Aznar , que se había alejado del partido en el que mandaba Rajoy, soportando que le llamaran traidor por sus piropos hacia Albert Rivera, sabe y así se lo hace saber a los que han vuelto a ser suyos que sólo desde la unidad de toda la derecha se puede alcanzar el poder. Para conseguirlo ha dejado de alabar al líder de Ciudadanos y ha puestos a Casado y al resto a hacerle guiños a Abascal y a Vox. Está remando en la dirección contraria de lo que hizo en 1990 a partir del Congreso de Sevilla. Entonces se trataba de llevar al partido al centro, ahora se trata de llevarle hacia la derecha confiando en que el centro se quedará por la falta de alternativas.
Si acierta conseguirá junto con Casado que el PP pueda aspirar de nuevo a sentarse en La Moncloa, mantenga el poder que tiene en Autonomías y Ayuntamientos y se pare la sangría que estaba teniendo por la derecha y por la izquierda, tanto hacia Ciudadanos como recientemente hacia Vox. Si fracasa le estará haciendo un enorme favor a Rivera, si bien es cierto que el político catalán no parece que se haya dado mucha cuenta del giro de su competidor electoral.
Durante el próximo año, desde Andalucía a las elecciones generales pasando por el abrumador mayo de 2019, la referencia intelectual y estratégica del PP va a ser José María Aznar, para bien o para mal. Y el portavoz de la misma será Pablo Casado. Si Fraga rompió en Sevilla la carta que le había ofrecido su sucesor para que la utilizara en caso de fracaso, hoy en Madrid no hay carta de dimisión aplazada en caso de derrota. Lo que está dentro del PP es una parecida sed de venganza aplazada por parte de los que han perdido en la batalla interna.