Todos las pedían y ella, Susana Díaz, lo negaba. Desde el Partido Popular a Podemos e Izquierda Unida pasando por Ciudadanos sus dirigentes autonómicos querían ir a las urnas. Y lo consiguieron. Dentro de 50 días, si nada cambia y las encuestas no se equivocan la actual presidenta de Andalucía seguirá en el palacio de San Telmo. Falta por saber si lo logrará con el apoyo de Juan Marín o de Teresa Rodríguez, del cabeza de lista del auto llamado centro derecha o de la líder de la izquierda más radical.
Se necesitan 55 escaños para la mayoría absoluta en el Parlamento andaluz y los socialistas pueden quedarse como están, con 47 y gracias. Les faltarán ocho o nueve y para suplir esa diferencia tendrán que ponerse a hablar con los dos anteriores. A favor de Díaz está que los que le siguen - las dos derechas - se van a pelear a muerte por los mismos votos y que pueden hasta empatar a diputados, en el entorno de los 22/23 cada uno. Uno poco más lejos los divididos de Podemos e Izquierda Unida que llevan meses deambulando entre la radicalidad de los anticapitalistas y el posibilismo de Pablo Iglesias.
Tras la firma del acuerdo presupuestario entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias lo más posible es que sea en Andalucía donde se “ensaye” de verdad un gobierno de coalición de marcado carácter social; y que sea en ese territorio en el que Albert Rivera demuestre si es capaz o no de superar al nuevo PP de Pablo Casado. Si s tensan las negociaciones tras el resultado de las urnas, lo cual es muy probable por las exigencias de cada uno, el futuro gobierno no se constituirá hasta después de las vacaciones de Navidad. Y todos tendrán y tendremos las triples elecciones de mayo en el inmediato horizonte.
Por esa razón los comicios andaluces son tan importantes y explican los movimientos políticos de cada partido y sus dirigentes. Por eso los Presupuestos del gobierno de la Nación son como son; por esa razón el PP y Ciudadanos pugnan por demostrar cual de los dos es más duro y radical en sus criticas; y por esa razón desde Podemos e Izquierda Unida intentan atribuirse el giro social del gobierno al mismo tiempo que le amenazan con retirarle los apoyos si se desvía de lo firmado.
Tanto Iglesias como Teresa Rodríguez ya han aceptado que no van a lograr el soñado “sorpasso” sobre el PSOE y que si quieren una parte del poder tendrán que apoyar - con condiciones - a sus compañeros de la izquierda. En el lado opuesto, las esperanzas de Rivera y Marín están en lograr justo lo contrario aprovechando las debilidades y cambios que se han producido en el PP de Casado y el bajo perfil de Juanma Moreno.
Este dos de diciembre no se juega la victoria o la derrota. Está en cuestión el futuro de los dirigentes. Para Susana, su “independencia” respecto a su secretario general y presidente del gobierno. Para Marín su futuro como líder de la oposición o el inicio de un largo adiós. Para Teresa, también su “independencia” del hiperliderazgo de Iglesias. Y para Moreno su última oportunidad para estar al frente de la derecha andaluza.