Raúl Heras

El fantasma de Rayoy que asusta a Susana Díaz

Jueves 29 de noviembre de 2018
Díaz va a gara y festejará el favor conseguido en las urnas. Pero ya en la soledad del poder, se asomará al abismo de las negociaciones y en ese momento verá la silueta de su particular fantasma de Navidad, Mariano Rayoy, repitiendo de forma monótona la misma frase: “diez meses tardé yo...”

Sin conjuros de meigas, ni diablos cojuelos con los que platicar, para Susana Díaz sus “tres bellones negros” - que los Zincali cantaban para enamorar mientras bebían su pócima de bar hachi - son los mismos que le colocan ante el espejo el duro futuro que le espera a partir de su triunfo electoral. Su particular fantasma de la Navidad tiene nombre: Mariano Rajoy.

De uno de sus “mayores”, Alfonso Guerra, puede coger una de sus más célebres frases, la que resumió la salida del poder de Felipe González frente a José María Aznar tras las ajustadas elecciones de 1996: “ dulce derrota, amarga victoria”.

Va a ganar y festejará en la noche del domingo el favor conseguido en las urnas. Después, ya en la soledad del poder, se asomará al abismo de las negociaciones y será en ese momento cuando, mirándose las manos y recordando el “bahí” que le hablaba de su futuro, verá caminando en el duermevela de los pasillos a la silueta quijotesca y un tanto burlona de Mariano Rajoy repitiendo de forma monótona la misma frase: “diez meses tardé yo...”.

Será la hora de los números para una victoria sin mayoría absoluta. De recordar lo ocurrido en España entre el 20 de diciembre de 2015 y el 31 de octubre de 2016; de las dos citas electorales en apenas seis meses, de los tres debates de investidura; y todo para que en menos de dos años el fantasma que cree ver acercándose a ella en ese palacio de ambiciones, traiciones y amores malditos, tuviera que dejar el poder en manos de su compañero y adversario y vencedor de sus propios sueños.

El día de los Inocentes tendrás formado el Parlamento - le susurra socarrón Mariano - y el primer problema. Luego vendrá el resto, como una larga cadena de galeote que arrastraras con nombres y apellidos: Teresa Rodríguez, Juan Marín, Juanma Moreno...Todos diciendo no, no, no. Sin fecha para la investidura, sin reloj para tener que convocar nuevas elecciones. El 26 de mayo latiendo de forma acompasada en el calendario. “Diez meses tardé yo...” le insiste su fantasma mientras se desvanece.

Gobierno en funciones. Cambio de candidato. Presiones desde Madrid. Acusaciones cruzadas. Amarga victoria. Los muy de los suyos conversando a escondidas con la izquierda y la derecha en busca del ansiado y necesario pacto de consecuencias nacionales. Pedro a la espera. Pablo y Pablo a la espera. Y Albert y Santiago. Y la sentencia de los Eres como música de fondo.

Sabe en su memoria que sobre suelo de la Inquisición se levantó hace tres siglos el hoy palacio de San Telmo, sede del gobierno andaluz. Cien años tardaron las primeras obras y tras ser colegio de marineros y primera escuela de Gustavo Adolfo Becquer, terminó en manos del duque de Montpensier, el mismo que aceptó que su hija María de las Mercedes se casara con Alfonso XII tras haber conseguido años antes que la madre del Rey, Isabel II, tuviera que marcharse al exilio.

Le costó la nada despreciable suma de 5.750.000 pesetas, una inversión rentable si hubiera conseguido el trono que ambicionaba, pero los espadones que mandaban en la España de finales del siglo XIX encabezados por Serrano y Prim decidieron que después de la Revolución llamada “Gloriosa” era mejor cambiar a la casa Borbón por la casa Saboya. Y Amadeo llegó con su fama de progresista y masón para quedarse apenas dos años, dejando a Antonio de Orleans compuesto y sin el gran sillón del Palacio Real.

Con esos antecedentes no es extraño que los sevillanos como ella crean que San Telmo está embrujado y que por sus pasillos nocturnos deambulan los fantasmas, que ya se sabe son caprichosos y pueden representar tanto a vivos como a muertos cuando de entidades ectoplasmáticas se trata. Le ha tocado un vivo que decidió ausentarse de su “muerte” parlamentaria y que se ha refugiado en los legajos registrales como si de su particular Purgatorio se tratara, algo a lo que no está dispuesta.


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