Martes 21 de octubre de 2014
No cabe duda de que abandonamos muy bien a nuestros mitos pero les damos un entierro mejor. España no se podría entender sin repasar los obituarios de la prensa, parece que de vez en cuando nos viene bien un homenaje póstumo que redima nuestra mala conciencia por no haber hecho nada mientras el finado estuvo vivo. Le ha pasado a Sara Montiel para quién han llenado Callao de fans y le han puesto una pantalla gigante, mas grande de la que usa Rajoy, pero en caso de haber estado viva podría haber cruzado un paso de cebra sin que el taxista le reconociese. La pantalla grande era para depurar nuestro abandono inmisericorde: toma último cuplé ahora que no puedes disfrutarlo, toma violetera y toma despedida con maceros municipales y locas de encargo que lloran y arrojan pétalos.
En una esquina de esa plaza, creo que ahora reconvertido el piso en cafetería innombrable de vasos de plástico, estuvo el hogar de doña Concha Piquer, casi nada. También otra ilustre olvidada que si hubiera nacido en París tendría estatua en la esquina de Gran Vía con Callao, en su caso en alguna calle de Montmatre.
José Luís Sampedro que era además de humanista un tipo inteligente no quiso para él funerales de pantalla grande y se ha ido sin hacer ruido como un sabio. Claro que si pones a Sampedro en Callao las que cantan compungidas “La Violetera” serían incapaces de citar un solo libro del profesor, y eso que Sampedro a pesar de sacarle mas edad estaba mucho mas vivo que Sara Montiel porque se indignaba, en cambio Sara trataba de vender su piso porque era una estrella que se había enfriado y ya tenía ganas de reencontrarse con Gary Cooper que está en los cielos como nos dejó dicho Pilar Miró.
A Saritisima le habría escrito un obituario redondo Umbral que conoció su mejor época porque no siendo musa de Gijón la manchega supo enaltecer los ánimos de no pocos escritores. Y dónde se dice enaltecer también sirve calentar porque siempre gozó de dos tetas como dos carretas dicho en lenguaje no apto para ser leído en horario infantil. Severo Ochoa que era de natural tímido y tristón se le alegró la pajarita al aproximarse a nuestra Ava Gadner de Campo de Criptana. No le faltaba razón: menuda mujer, tremenda señora. Esa boca era de fumar o de besar en caliente como se planchan los trajes en las tintorerías.
La lectura de los obituarios da para tesis universitaria, esta España de luto que también retrató Summers no tiene fondo ni fin. Nada hay de malo en llevar flores a los muertos pero siempre se nos olvida llevarle un abrazo a los vivos, ¿por qué será?