Raúl Heras

Los barones políticos no quieren perder su poder

Raúl Heras | Jueves 31 de enero de 2019
No importa el color del partido en el que militan, a los barones territoriales de la política les une un interés común: no quieren perder el poder que tienen frente a la tendencia centralista que les amenaza

No importa el color del partido en el que militan, a los barones territoriales de la política les une un interés común: no quieren perder el poder que tienen frente a la tendencia centralista que les amenaza. En unos casos, como el del PSOE, la tensión viene de lejos y se ha acentuado tras la pérdida del poder en Andalucía. Susana Díaz era el principal muro de contención que utilizaban los dirigentes de Castilla la Mancha, Emiliano García Page; Aragón, Javier Lambán; Comunidad Valenciana, Ximo Puig; País Vasco, Idoia Mendía; e incluso el catalán Miquel Iceta frente a la dirección central encabezada por Pedro Sánchez y con el secretario de Organización,, José Luís Abalos, como encargado de “cambiar” el equilibrio de fuerzas, sobre todo en aquellas autonomías en las que los socialistas no gobiernan o pueden perder el poder.

El último ejemplo de la “injerencia” del centralismo en el PSOE se ha dado en estos días en Madrid con la designación por parte de Sánchez del ex entrenador de la selección españoles de baloncesto, Pepu Hernández, como candidato a la alcaldía de la capital, que haría tandem electoral con Angel Gabilondo. La elección ha sorprendido dentro del PSM que abogaba por otro “perfil” más político.Tendrá que disputar unas primarias con Manuel de la Rocha, pero el hombre del baloncesto se presenta como ganador.

Para seguir dentro de esa otra media España que se dice de izquierdas, todavía más crisis de liderazgos y reparto de poderes se escenifica en el bloque de Podemos, con una crisis de candidatos que ha estallado con toda virulencia en Madrid hasta el punto de cuestionarlas siglas con las que se debe concurrir a las elecciones y con el candidato Iñigo Errejón abandonando la lista que iba a encabezar. Ya no se le presenta como traidor e incluso es más que posible que consiga el díscolo fundador de Podemos convertir a Mas Madrid en la marca electoral que aúne su candidatura con la de Manuela Carmena. Un ejemplo a imitar en otras Comunidades autónomas en las que también han tomado “nota” de los resultados andaluces.

En Vox no hay problemas: centralismo puro y duro en torno a Santiago Abascal. Ya habrá tiempo para que surjan líderes regionales y locales en razón de los posibles triunfos y fracasos en las elecciones. Casi lo mismo cabe decir de Ciudadanos, con un Albert Rivera que apenas comparte protagonismo con una Ines Arrimadas que se lo ha ganado a pulso, y en menor medida con el andaluz Juan Marín gracias, otra vez, al tsunami electoral y la posición central del partido en el nuevo gobierno de Moreno Bonilla. Las luchas internas siempre se producen cuando se gobierna y se reparte el poder y los Presupuestos.

En ese escenario es dónde aparece el otro gran partido de nuestra democracia, el PP y sus recientes cambios en la dirección. Con Aznar y Francisco Cascos el partido alcanzó la disciplina central y única, y el poder. A partir del año 1996 la dinámica interior de la formación en las 17 autonomías fue de reivindicar mayor independencia por parte de los dirigentes con conseguían hacerse con los gobiernos regionales, desde Galicia con Fraga y Feijóo a castilla y León con Juan José Lucas.

Hoy en el partido de la madrileña calle Génova creen necesaria una recentralización del poder para cambiar liderazgos y candidaturas. Pablo Casado y García Egea ya lo han hecho en la Comunidad de Madrid por partida doble y en Cataluña. Y lo van a intentar en el resto.

Tendrán dificultades claras en Galicia, lo conseguirán en las dos Castillas, pactarán en Murcia y en la Comunidad Valenciana pese a no estar muy convencidos y esperarán a los resultados del 26 de mayo para dar el siguiente paso. Siempre con un objetivo directo y principal: Casado necesita mandar y mucho en toda España para asegurar su propio liderazgo. La renovación dentro del PP va muy deprisa y se ve en la desaparición de las figuras que eran el ejemplo del poder de Mariano Rajoy. Los últimos en atestiguarlo, los hermanos Nadal.


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