Suenan truenos electorales sobre su cabeza y Pablo Casado se acuerda de Santa Bárbara. El miedo hace el milagro de recuperar vocaciones marianas entre los políticos, de la misma manera que lo hacía entre los marineros de la Armada, que colgaban en el pañol una imagen de la santa y mártir para así evitar que la pólvora y los explosivos que allí guardaban acabaran con la vida de todos ellos.
En lugar de dirigirse a Santiago Abascal y a Javier Ortega, lo que tendrían que haber hecho el presidente del PP y Teodoro García es visitar en Valencia dos iglesias, la de San Jaime, en la que dicen guardar una parte del dedo de la santa; y la de San Juan, en la que aseguran que una de las columnas que allí están es la misma en la que recibió martirio la hija del sátrapa Dióscoro.
Con dos reliquias por medio y la consiguiente advocación en busca del milagro es posible que los dirigentes de Vox accedan a retirar sus candidaturas de 28 provincias para dejar así que el PP pueda mantener la representación que consiguió en 2016. Sus 137 diputados representaban una caída de cincuenta sillones en el Congreso respecto a 2011, la última mayoría absoluta de nuestra democracia, conseguida en aquellas elecciones por Mariano Rajoy.
En el Partido Popular el miedo a bajar de cien escaños es tan real como el pánico que existe en Podemos y sus confluencias a perder más de la mitad de sus setenta parlamentarios. Si en la derecha los enemigos familiares son Vox y Ciudadanos, en la izquierda los adversarios son ellos mismos, capaces de dividirse en grupúsculos hasta el infinito, de la misma manera que los hacen los protozoos, aunque éstos lo hacen para crecer en número y los políticos lo hacen para decrecer en importancia.
La pólvora electoral que se acumula en las urnas del 28 de abril va a estallar en cada una de las circunscripciones electorales y se va a llevar por delante más de una vocación de sillón y futuro político. Pedirle a un partido político que renuncie a su capacidad de ofrecer a los ciudadanos su programa y sus ideas es tan irracional como pedirle a un equipo de futbol que no se presente a una competición. Vox ha llegado para quedarse y representa a esa parte de la derecha española que Manuel Fraga, primero, y José María Aznar, después, consiguió que estuviera “dentro” del Partido Popular. Hoy, al igual que pasa en otros países europeos, esa parte de la sociedad no se sentía representada y ha optado por dar su apoyo a otras siglas.
En el siglo III, la joven Bárbara se enfrentó a su padre con el catolicismo en la mano. Se negó a casarse con el elegido por su progenitor y éste ordenó que la torturaran de forma salvaje para luego, en lo alto de un monte, cortarle la cabeza. El malvado no vivió ni un minuto para contarlo: un rayo lo fulminó en el mismo instante que el hacha o la espada acababa con la vida de su hija.
El 28 de abril los rayos que pueden dejar a Pablo Casado in los votos necesarios para llegar a La Moncloa son los votos. Ese tercio de los escaños del Congreso que se juegan en esas 28 provincias en las que desea que se retiren las candidaturas de Vox con el único argumento de que su presencia favorecerá el triunfo del PSOE. Podría añadir bastante más a ese deseo, por ejemplo ofrecerle que el PP retiraría sus candidaturas a nivel autonómico y local en un número similar de circunscripciones.
El problema, los problemas son dobles. Por un lado está Ciudadanos, que puede verse favorecido por la Ley D´Hont en lugar del PP, y por otro están los dirigentes regionales y las listas. No parece que ningún político esté dispuesto a marcharse a su casa porque se lo pidan desde la sede central de su partido.