Gana el Santander y Ana Botín está contenta y aún más si piensa en lo que le venía encima de seguir adelante con la contratación de Andrea Orcel como consejero delegado. Sigue Alvarez y sigue Rodrigo Echenique, el hombre que está siempre al lado de la familia, para los momentos buenos y sobre todo para los malos.
Gana el BBVA y mantiene por ahora a Francisco González como presidente de honor mientras se soluciona - y va para largo - su situación judicial con Villarejo apareciendo por las costuras del banco y de su ex presidente. Carlos Torres se toma un respiro y su CEO turco se toma dos, que del Guaranti al antiguo vasco que hacía las delicias de Neguri hay un largo trecho.
Un camino en el que había una parada llamada Bankia. Sigue ahí dependiendo de las decisiones del gobierno de Pedro Sánchez y de los plazos que pueda dar el Banco Central Europeo. A finales de 2019 tenía que privatizarse y asumir el estado las posibles pérdidas respecto a los más de 20.000 millones de euros que recibió para su saneamiento y que le han servido a Goirigolzarri para volver a postularse como la mejor solución para “matar” hasta tres pájaros con un único disparo: la crisis de liderazgo del BBVA, la colocación de Bankia en el sistema financiero español y el fin de las ayudas, y lo más importante, el cumplimiento de los compromisos políticos con el PNV para que apoyase la moción de censura que llevó a Sánchez y al PSOE a La Moncloa.
El tercero de los grandes, Caixabank, gana pero se muestra más cauto que sus competidores. Mantiene el liderazgo en España y en Portugal - su gran baza con BPI - y destaca que es también líder en la presente y futura banca digital. Gual y Gortazar pasan página de manera acelerada de los tiempos de Isidre Fainé, que los tiempos están cambiando y muy deprisa, ya sea con la música de Bob Dylan o con la de Estopa. El banco catalán es el mejor ejemplo de que no hay dos realidades antagónicas entre España y Cataluña, que las diferencias llevan a la suma y no a la resta, justo cuando está a punto de iniciarse el juicio a los dirigentes del independentismo puro y duro.
Cerradas las cuentas del 2018, las que están por llegar de este 2019 van a ser mucho más complicadas, tanto por las condiciones españolas como por las internacionales que nos rodean. Difíciles en el plano político con el Brexit británico y las tensiones en América del Sur que Trump se dispone a acentuar y saldar a mayor gloria de USA. Difíciles por la última etapa de Angela Merkel en Alemania. Más difícil por la situación de ruptura del inestable gobierno en Italia, y de la caída en picado de la imagen del presidente francés.
A todo lo anterior hay que sumar nuestras propias elecciones de mayo, las posibles generales en el otoño, los reajustes en gobiernos autonómicos y municipales, las crisis internas que se van a producir en todos los partidos en razón de los resultados en las urnas. Con liderazgos débiles en el PP con Casado, en Ciudadanos con Rivera, en Podemos con Iglesias y en el PSOE con Sánchez si el socialismo no logra lo que el optimista Tezanos afirma desde el CIS.
Si hacemos parada en los juzgados, la situación se complica exponencialmente. Meses de juicio para los acusados del independentismo catalan, meses de juicios para los nuevos Gurtel, meses de instrucción, declaraciones, inculpaciones, testigos en una larga lista que va desde los mil y un casos en los que aparece el comisario Villarejo al misterio que rodea la situación judicial y médica de Eduardo Zaplana pasando por nuevas revelaciones de sumarios que permanecen con piezas secretas y que afectan a dirigentes en activo o de pasado muy reciente tanto en el ámbito político como financiero y empresarial.
España va a seguir creciendo por encima de la media europea. Y sin incertidumbres el futuro sería aún mejor. Basta con que los responsables de los asuntos públicos no decidan darse un tiro en el pie común de todos.