Raúl Heras

La doctrina Fraga para cambiar el PP de Casado

Raúl Heras | Miércoles 31 de julio de 2019
O cambio o muerte. Este puede ser el slogan que Pablo Casado ha impuesto en el Partido Popular tras el desplome del partido en las elecciones del 28 de abril y del 26 de mayo. Y el camino de ese cambio es el mismo que utilizó José María Aznar en 1990 tras el Congreso de Sevilla.

Aquel 1 de abril, mientras rompía la carta que le había mandado el ya nuevo presidente, Manuel Fraga pronunció una de esas frases que se repiten a lo largo de los años para demostrar la independencia de los que llegan amparados por el que se va: “ ni tutelas, ni tutitas”. Este tiempo que acaba de abrir Casado demostrará hasta qué punto él y Aznar aplican la “doctrina Fraga”.

Para empezar el camino ha dejado atrás a la gran mayoría del equipo que salió elegido en el Congreso que le llevó a la presidencia. Más que caras nuevas, lo que hay son caras distintas, lejos de las “familias” tradicionales y de los equilibrios territoriales que le pedían Núñez Feijóo, Alfonso Alonso y Moreno Bonilla, los tres barones que se han quedado sin peso en la Ejecutiva Nacional.

Las grandes apuestas de Pablo Casado, contra los vientos y mareas que han soplado en su entorno son: Cayetana Alvarez de Toledo, convertida en portavoz parlamentaria en el Congreso; Javier Maroto en el Senado tras su discutible empadronamiento en Castilla y León; Ana Beltran, González Terol y Pablo Montesinos como vicesecretarios y encargados de dar una imagen muy distinta de la que daba la Ejecutiva de Mariano Rajoy.

Este equipo tiene intención de perdurar en el tiempo hasta conseguir llegar al poder. A José María Aznar le costó seis años y tres derrotas. Casado ha empezado de la misma forma y se prepara para una segunda, salvo que las encuestas se equivoquen y se pueda pasar de los 66 escaños logrados en abril a más de 130 representantes en el Congreso. Parece una misión imposible pero visto el poco afecto que demuestran los españoles hacia su clase política, y la más que previsible abstención que se producirá si hay que volver a las urnas el 10 de noviembre, soñar está permitido.

Para conseguir esa meta, lo que el presidente del PP si tiene a su alcance es intentar reunir en torno a las siglas del partido a la mayor parte del centro derecha, bien con los que regresen a la disciplina tras su alejamiento por las políticas de Rajoy, bien a través de coaliciones electorales con Ciudadanos y Vox, las dos formaciones que le disputan su mismo espacio electoral.

La otra gran sombra de la que tendrá que salir más pronto que tarde es la de Esperanza Aguirre bajo cuya sombra creció el propio Casado y una buena parte de la nueva Ejecutiva. La ex presidenta madrileña no parece tener mucho empeño en ejercer de poder tutelar, al igual que tampoco parece que tenga mayor interés la mujer que le proporcionó los votos que necesitaba para vencer en la lucha interna contra Soraya Sáenz de Santamaría.

El camino parece despejado en lo interno y muy complicado en el exterior. NI Albert Rivera, ni Santiago Abascal quieren perder nada de lo que han conseguido, sobre todo el primero, dispuesto a pelear por el liderazgo de la oposición hasta que sean las urnas las que lo decidan, dentro de tres meses o cuatro años.


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