Entre el Madrid castellano y la Alsasua navarra hay 400 kilómetros de distancia, cuatro horas de viaje y varios mundos políticos por medio. El olor a urnas se extiende por toda España y enardece los ánimos de los dirigentes de los partidos y, aumenta como en las subastas, los niveles de ofertas de todo tipo a los ciudadanos.
A un mes de las elecciones generales en la capital del Reino se reunieron menos de mil personas para manifestar su rechazo a las actuales leyes que permiten el aborto. Estaban el PP y Vox y el secretario general de los populares se comprometió a cambiarlas si Pablo Casado se sentaba en La Moncloa. La fusión de las dos formaciones en algunos temas sociales es total, al fin y al cabo no hace muchos tiempo que Santiago Abascal y buena parte de sus compañeros convivían dentro de las mismas siglas con Teodoro García Egea.
Salvo cataclismos políticos, muy superiores en su intensidad a lo ocurrido en Andalucía, serán los partidos nacionalistas catalanes y vascos los que decidirán quien gobierna en España a partir de la noche del 28 de abril. Y esos partidos estaban con varios miles de seguidores en la localidad navarra para protestar contra el estado por los presos vascos y catalanes. Todos aquellos que votan PNV, Bildu, PDeCat y Esquerra Republicana son conscientes de esa circunstancia, de que la suma de sus 25 o 26 votos será necesaria para Pedro Sánchez si quiere alcanzar la investidura por la izquierda, que los apoyos del universo Podemos serán insuficientes.
Las encuestas publicadas o secretas que se han hecho hasta ahora y las que se seguirán haciendo hasta el último día posible arrojan una y otra vez el mismo resultado con pequeñas variantes: existen dos grandes bloques por encima de las siglas que se reparten a medias 325 escaños. Y esos 162 parlamentarios que se van a sentar en el Hemiciclo de la Carrera de San Jerónimo representando a cada uno de esos bloques no bastan. Urkullu y Ortuzar junto a Puigdemont y Junqueras ya se han sentado a esperar.
Sumas muy complicadas que evidencian la escasa posibilidad de un simple acuerdo a dos. Y tres van a ser multitud. ¿Aceptará Iglesias apoyar a Sánchez si en ese acuerdo está Rivera?, o más difícil: ¿Se negará a sí mismo Rivera apoyando a Sánchez con tal de llegar al poder?.
Descartada esta hipótesis y descartado el triunvirato que ahora gobierna en Andalucía - y al que hoy por hoy es imposible que les apoyen desde Cataluña y desde Euskadi - , volvemos al pasado tantas veces conocido y necesario: sin los nacionalistas no sale elegido un presidente del Congreso.
La alargada sombra de Mariano Rajoy aparece con un número en cada mano: 2015 y 2016, mientras en su sonrisa galaica se adivinan los diez meses de gobierno en funciones que tuvieron que pasar hasta que el PSOE de Sánchez aceptó una parcial abstención de sus diputados para que, con 137 escaños, el ex líder del Partido Popular consiguiera la ansiada investidura en segunda ronda.
¿ Podemos encaminarnos a otro largo periodo de inestabilidad política que contamine de forma muy negativa la actividad económica y social en unos meses cruciales para España y para Europa?. La respuesta es sí. Por eso, tanto desde el PSOE como desde el PP, que parece van a mantenerse como los partidos más votados, se esfuerzan por apelar al voto util y no fragmentario dentro de la izquierda y la derecha. Un regreso al añorado bipartidismo que funcionó hasta justo ese 2015 en el que la política española explosionó en todas las direcciones.