Diego Armario

El lamento del cabrón

Diego Armario | Miércoles 21 de agosto de 2019

Argentinos y españoles han sellado a sangre y fuego, a lágrimas y reproches, a brotes de locura y a retazos de venganza la frase que define el tango como “el lamento del cabron” ,y a fé que no está mal pensada porque los reproches contra la mujer amada que ha cambiado la cama del llorón por la de otro hombre , forma parte esencial de la estructura literaria a la que le ponen música y ritmo los engañados.



Es tradición muy latina – y allá en la Pampa corre por las venas de sus habitantes la sangre caliente de las gentes del Mediterraneo- que las deudas de honor se diriman a golpes, estocadas o a tiros, entendiendo por menoscabo del honor el conocimiento público de un engaño, porque la literatura clásica está llena de llamamientos a la venganza en los casos de infidelidad o adulterio , si la que ha tenido la osadía de elegir ser libre ha sido la mujer.

Menos mal que Samuel Castriota y Pascual Contursi, allá por 1917 escribieron ,“ Mi noche triste” considerado el primer tango cantado por Gardel , y a partir de ese momento a los cornudos les daba por beber y hacer sones en vez de ir en busca y captura de la mujer adúltera y de su nuevo amante.

Desde entonces hasta hoy lo civilizado es llorar y lo más reciente consiste en pedirle una indemnización económica al seductor de tu prójima , que es lo que ha decidido hacer el ex marido de la nueva mujer del ex canciller alemán , Gerhard Schröder que en su quinto matrimonio se ha casado con una señora coreana que se llama So-Yeon Kim, con gran cabreo del cornudo que no ha tardado en cantar un tango y reclamar una indemnización.

El coreano coronado no ha puesto su testa en suficiente valor porque solo le exige al ex canciller alemán 77.000 euros por romper su matrimonio y que se presente ante un tribunal de su país para que sea juzgado por tener la cremallera floja. ( Por el bien de su nueva esposa, espero que solo sea eso porque ya tiene 77 años)

No es la primera vez, ni será la última, que se comercializan los cuernos en la vida real pero lo que me preocupa es que se haya perdido la elegancia y el romanticismo en esta materia inspiradora de todo tipo de obras literarias porque , menos la violencia que es repugnante y propia de degenerados, existen otras salidas : ir llorando por las esquinas , hincharse a comer o a beber, echarse una amante que esté más buena y que tenga más dinero que la que le ha dejado o meterse en una oenegé que ayude a maridos abandonados.

Cualquier cosa, menos hacer el ridiculo.