Si Carmen Calvo y Pablo Echenique, junto al resto de los “familiares” que aporta cada uno de los dos partidos a la mesa de las ofertas y las negaciones, no cierran el acuerdo, los novios no se sentarán. Claro que uno y otro pueden hablarse, sentarse y hasta entregarse los anillos en secreto. Ya le darán más tarde explicaciones a los suyos.
Si los españoles, esos 35 millones de ciudadanos con derecho a voto, hubiesen querido que Sánchez gobernara con comodidad al frente de un gobierno progresista de centro le hubieran dado unos millones más de votos y 176 escaños. No lo hicieron y por mucho que Carmen Calvo, José Luís Avalos y Adriana Lastra insistan la realidad es muy tozuda.
Esos mismos españoles dieron un severo castigo al Partido Popular pero no dejaron que Ciudadanos se convirtiera en la segunda fuerza política. Por eso Pablo Casado, el tercer Pablo de esta historia, puede mirar desde arriba a un Albert Rivera que soñaba con convertirse en la alternativa al socialismo. No lo consiguió ni siquiera con la ayuda de Vox, pese a que las siglas y la oferta de Santiago Abascal están en la explicación del tsunami popular. Esos dos millones y medio de votos y esos 22 escaños hubieran ampliado la distancia entre Casado y Rivera.
Tanto desde el PSOE como desde la coalición de Unidas Podemos, los familiares más ilustres de los presuntos contrayentes como son Felipe González, José Luís Rodríguez Zapatero y Alberto Garzón les mandan “tarjetas de felicitación” sin tener nada que felicitar. Son una forma nada sutíl de presionar ante todos los ciudadanos, estén o no invitados a la boda, hayan o no votado a una de esas dos formaciones el pasado 28 de abril.
Aquí hay una familia rica, muy rica, y otra que, sin llegar a pobre está muy cerca de la misma. Siempre en términos políticos, por supuesto. La rica tiene el Gobierno desde hace más de un año, conseguido tras la lectura en el Congreso de las condiciones de la herencia, y que no contemplaba un periodo tan largo para el reparto de los bienes, o lo que es lo mismo, la convocatoria a las urnas. Privilegio fue de Pedro Sánchez y hay que admitir que lo utilizó muy bien para sus intereses y los de su partido. El PSOE abandonó la penuria de los ochenta escaños y aumentó de forma espectacular su patrimonio político en los comicios autonómicos, municipales y europeos.
La pobre comprobó que sus sueños de grandeza política y social comenzaban a desdibujarse. Perdió casi la mitad del patrimonio conseguido tres años antes, pero mantuvo un fondo de renta que le permitía negociar y asegurarse un futuro. Con sus escaños en el Congreso y sus “bienes” en autonomías y municipios, quiso y quiere sentarse a la misma mesa en la que se reparte el poder y los dineros. No tanto para vigilar el destino y uso de los mismos, que es una parte de sus deseos, también para protagonizar y decidir sobre los mismos.
Si consiguen Carmen, Pablo y compañía cerrar el acuerdo, los novios se sentarán y firmarán el acta ante el notario público que son los medios de comunicación. Será un matrimonio difícil pero así son la inmensa mayoría de los que se celebran hoy en esta España. Con separación de bienes o gananciales, a elegir, pero con claro predomio de los primeros. Nada de obediciencia debida, ni imposiones de fuerza. Tendrán que hablar y discutir de forms continua, y mirar hacia otros “compañeros de ceremonia”. Eso es, en definitiva, lo que los españoles decidimos en las urnas.