José Luis Rodríguez Zapatero y Pedro Sánchez.
Martes 30 de junio de 2020
Dos conocidos lumbreras han sacado la lengua a pasear en estas últimas horas y sería oportuno que los aficionados a la antología del disparate o la mentira recuperasen esas entrevistas para sus archivos documentales. Uno es Zapatero al que la crisis del coronavirus le ha mantenido parcialmente alejado de su negocio venezolano, y aunque a ratos le ha echado un cable a su colega el narcotraficante Nicolás Maduro y una mano al cuello a la oposición que masacra, en esta ocasión se ha referido a asuntos internos de España.
El político leonés que se dormía en los consejos de ministros europeos ha dicho que “España siempre ha estado en manos de políticos castellanos y andaluces y que en futuros gobiernos debería haber ministros de partidos catalanes independentistas y nacionalistas”.
Al margen del lapsus de memoria en el que incurre Zapatero al olvidar que ha habido un Presidente de gobierno gallego, lo cierto es que en la Moncloa no se han sentado ministros nacionalistas porque rechazaron esa invitación a participar en ese nivel de responsabilidad por razones estratégicas. Pero tener a un ministro independentista en el gobierno de la nación, como propone ZP, trabajando desde dentro en contra del propio ejecutivo y de los intereses nacionales hay que reconocerle que es una buena ocurrencia típica de un personaje de su nivel, aunque ya se sabe que los ex Presidentes tienen barra libre a la hora de inventarse el futuro.
En cambio es más preocupante cuando el exceso verbal lo profiere el Presidente del gobierno en ejercicio, y Pedro Sánchez lo ha hecho en unas declaraciones al periódico La Vanguardia en las que afirma que “la oposición pretende derrocar al gobierno utilizando las víctimas de la pandemia”. Si no fuese porque no hay que tomar en cuenta el rigor y la veracidad de las palabras de un político acostumbrado a mentir y a desmentirse permanentemente, habría que estar seriamente preocupados porque lo que ha anunciado Sánchez es un intento de golpe de estado.
En esos casos un dirigente político responsable no acude a la prensa solamente sino a la justicia y a cuantas instituciones del estado se requiera para evitar tamaño delito.
Ese lenguaje golpista es propio del camionero amigo de Zapatero y de su socio en España, Pablo Iglesias, pero impropio, además de injusto y falseado, cuando lo utiliza el Secretario General del Partido Socialista Obrero Español que sigue siendo una institución respetable en este país, independientemente de quien la dirige en la actualidad.
En democracia los gobiernos no se derrocan sino que se sustituyen por otros tras unas elecciones limpias después de las que el ganador se somete al escrutinio del parlamento en una investidura, como ha hecho Pedro Sánchez y sus antecesores en el cargo.
Durante la pandemia unos y otros se han criticado mutuamente con dureza, pero el primer partido de la oposición ha apoyado al gobierno en distintas prorrogas del estado de alarma, además de en la Comisión parlamentaria para la reconstrucción social y económica, el Acuerdo de mínimos en sanidad, la Candidatura de Nadia Calvino al Eurogrupo, las Medidas económicas para hacer frente a la pandemia, la Moratoria para los impuestos de pymes y autónomos, la Prórroga de los ERTES, la Nueva normalidad y en el Ingreso mínimo vital.
Al Presidente Sánchez le sale gratis mentir y además le resulta rentable, y tal vez por eso se va creciendo y cada día cuenta una falsedad más gorda, pero hay asuntos demasiado serios como para jugar con ellos.
Si Valle Inclán levantase la cabeza volvería a creer en el esperpento.
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