La existencia de 22 Ministerios como consecuencia del pacto con Pablo Iglesias, es más que posible que se acabe este verano. Se mantendría el equilibrio político y partidista actual: tres ministros de Podemos por doce o trece del PSOE, con una vicepresidencia menos. Tres áreas: política, económica y social, que está en los manuales de Moncloa desde que el “fontanero” por excelencia de la Presidencia, José Enrique Serrano, propuso esa estructura de Gobierno a José Luís Rodríguez Zapatero.
Con las competencias en Educación trasnferidas a las Comunidades autónomas, no tenía, ni tiene ningún sentido mantener dos Ministerios como los de Educación y Formación Profesional, por un lado y el de Universidades, por otro. Pierden Isabel Celáa y Alberto Garzón, si bien el segundo puede negociar su permanencia en el Gobierno dada su condición de líder de Izquierda Unida.
En ese ámbito pierde también Rodríguez Uribes, uno de los más firmes candidatos a marcharse a casa desde Cultura y Deportes; al igual que pierde Pedro Duque, hasta ahora al frente de Ciencia e Innovación. Demasiados nombres y demasiada estructura que se va a simplificar.
Cuanto más grandes son los nombres de los Ministerios, menos falta hacen en su actual estructura. Los casos más claros, el de la vicepresidenta cuarta, Teresa Ribera, con su Transición Ecológica y Reto Demográfico - una de las grandes “tareas, por cierto, que ha encomendado Ivan Redondo a su superequipo de expertos - que es más que prescindible; y el del secretario de Organización del PSOE y ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana.
Si la primera de los dos no tiene peso en el partido, el segundo es el encargado, junto a la vicepresidenta primera, de mantener engrasado el aparato de la organización. Puede pelear por mantenerse en el gabinete o aceptar su “traslado” a la calle Ferraz para desde allí preparar los necesarios pactos que tendrá que negociar el PSOE y las futuras elecciones si no se puede terminar la Legislatura.
La política territorial se puede encajar, como de hecho se hace, en las tareas de Carmen Calvo desde su vicepresidencia, con lo que el Ministerio de Política Territorial desaparecería y Carolina Darías podría volver a Canarias para revitalizar al socialismo de las islas. Opción que desde el núcleo duro de Moncloa ven también para Salvador Illa, el ministro de Sanidad y miembro destacado del PSC, con la mitad del país a su favor y la otra mitad en contra, que está en la lista de candidatos para encabezar la opción de los socialistas catalanes en el momento en que el presidente Torra convoque elecciones.
Los problemas para Pedro Sánchez están en Interior, con Fernando Marlaska y en Defensa con Margarita Robles,ambos jueces en excedencia, tan contestados dentro de sus respectivos Ministerios como difíciles en el trato y en las posiciones que puedan adoptar si abandonan el Gobierno. El precedente de Baltasar Garzón, cuando se sintió “defraudado” por Felipe González, no ayuda mucho a tomar una decisión. Se recuerda, eso sí, que con Juan Alberto Belloch al frente se unificaron ambos Ministerios. En esa opción ganaría Robles y perdería Marlaska.
Algo muy parecido y con antecedentes tanto en los gobiernos del PSOE como del PP se da en el área de la Economía y la Hacienda. Se quiere desvincular a María Jesús Montero de la portavocía del Gobierno, lo que haría más fácil unir las dos carteras, en caso de que Nadia Calviño resulte elegida y se marche a presidir el Eurogrupo. Felipe González utilizó a Miguel Boyer para esos dos cometidos, y otro tanto hizo José María con Rodrigo Rato unos años más tarde. Está por “cuadrar” la permanencia de José Luís Escrivá a quien ven tanto como sustituto de Calviño como en su vuelta a la AIReF.
Lo tiene tan complicado o más Pablo Iglesias. Si se mantiene en la vicepresidencia segunda tendrá que tachar dos nombres en la lista que aportó Podemos al Gobierno. Fácil en el caso de Manuel Castells, un cero a la izquierda durante todos estos meses y sin mucho apego al sillón ministerial, por más quiera representar la cuota catalana, pero mucho más complicado si tiene que convencer a Irene Montero para que retome su papel parlamentario y deje su “entusiasmante” papel de ministra de Igualdad. El ejemplo que daría Iglesias, en este caso, sería doble, y es de desear que lo consiga por lo anormal, desde el punto de vista democrático, que resulta la situación de ambos en un Gobierno al mismo tiempo.
La Cartera de Montero, un guiño al feminismo y a los movimientos LGBT, tal y como está hoy no tiene ningún sentido en solitario. Es más, el propio Movimento feminista histórico está cada día más crítico con esa globalización de los movimientos reivindicativos. Si Iglesias no es capaz de convencer a su compañera política y sentimental, tendría que prescindir de Yolanda Díaz, que dentro de la Izquierda Unida gallega podría quedarse en Madrid para disputarle la dirección al propio Alberto Garzón, hoy por hoy el dirigente con el que Iglesias negoció la coalición que se presentó a las elecciones.