Por Lamine Khattari, periodista mauritano para Atalayar
Esta agrupación de Estados africanos podría con el tiempo convertirse en un núcleo de una alianza euroafricana para hacer frente a grandes y cada vez más crecientes desafíos, cuyas implicaciones podrían afectar la seguridad de los países europeos, sobre todo teniendo en cuenta las dimensiones regionales que está teniendo conflicto en Libia.
La decisión de Pedro Sánchez de asistir junto a Macron a la primera cumbre no virtual después del desconfinamiento refleja el interés de los países europeos en fortalecer el papel que los cinco países del Sahel puedan jugar para hacer frente a los desafíos y las amenazas actuales. Este interés no es el resultado de la cumbre de este martes, sino que es el resultado de varias reuniones y encuentros que se han celebrado con anterioridad.
Los países del G5 Sahel (Níger, Chad, Mauritania, Burkina Faso, Mali) mostraron su compromiso en la cumbre celebrada en la localidad francesa de Pau, de abordar, además de la situación en la región del Sahel, la lucha contra los grupos terroristas activos en esta región.
Los líderes que participan en la cumbre han tenido que abordar temas espinosos e interconectados como es la seguridad y la amenaza del terrorismo junto con la estrategia europea para fortalecer y activar el papel de los Estados del Sahel. España y Francia han mostrado un interés creciente en la región del Sahel, sobre todo Francia debido a su papel como antigua metrópoli que está viendo amenazada su posición por la creciente implicación de Estados Unidos en los asuntos de esta región. Por su parte, los líderes de los países del G5 del Sahel han venido pidiendo una mayor implicación de la comunidad internacional en los problemas que atraviesa su región; estos líderes sí ven con buenos ojos el apoyo que Estados Unidos ha mostrado a sus países.
Además del apoyo financiero, están las ayudas que Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí ofrecen a los Estados del Sahel, lo que aumenta los temores de Francia de perder el control sobre esta agrupación de Estados africanos y salir desfavorecida en la lucha por hegemonía en el Magreb y el Sahel.
Con este contexto, los jefes del G5 del Sahel no se han perdido la oportunidad de la cumbre de Nouakchott para recordar al mundo las importantes cartas que pueden jugar en el caso de que la crisis libia empeore aún más, con lo que ello supone para la estabilidad y la seguridad de la región.
Los líderes del Sahel también han buscado a través de esta cumbre el apoyo de la comunidad internacional, por un lado, y, por otro, pedir que dicha comunidad internacional se implique y cumpla con sus responsabilidades humanitarias en Libia, que se ha convertido en una amenaza para la región después de la intervención militar turca y la amenaza egipcia de recurrir a la fuerza para proteger sus fronteras y defender lo que El Cairo considera intereses estratégicos, además de la amenaza rusa.
La gravedad de la situación libia y la amenaza que supone para los países del Sahel se concreta en la falta de control sobre el tráfico de armas en una zona donde a los señores de la guerra se les presenta la oportunidad de crecer y expandir sus negocios, con todo lo que implica ello para los intereses ya no solamente franceses en la zona, sino para los intereses europeos en general y los intereses de España en particular, que es el país europeo con fronteras comunes con África.
Pero los esfuerzos de los Estados del Sahel, que presionan desde lejos, para resolver la crisis en Libia, se ven debilitados por las posiciones divergentes que mantienen sus integrantes respecto a los principales actores involucrados en el conflicto. Pero lo que une a todos los miembros del grupo es su apoyo a los objetivos de la Conferencia Internacional de Berlín para restaurar la seguridad y la estabilidad en Libia.
Tratando el tema libio en la cumbre de Nouakchott, los líderes del Sahel han tenido como objetivo buscar mecanismos para neutralizar la amenaza de la crisis libia, a la espera de que la comunidad internacional llegue a una solución que ponga fin al conflicto o que uno de los dos bandos resuelva la guerra a su favor.
Francia y España no deben olvidar que establecer mecanismos sólidos para la nueva alianza del Sahel es fundamental para que dicha alianza sea el comienzo de una nueva etapa en la lucha contra los grupos terroristas en el Sahel y en asumir la responsabilidad colectiva en este asunto.
Lo más probable es que Francia esté presente en una nueva alianza que resultará de la cumbre de Nouakchott que incluya socios existentes y países y organizaciones que deseen participar en esta alianza.
Los líderes de esta futura alianza euroafricana tratarán crear una fuerza militar similar a la que fue creada el pasado mes de marzo por varios países europeos y africanos bajo el nombre de Takuba.
La alianza que verá la luz en Nouakchott se centrará en la lucha contra el terrorismo y combatir el extremismo y los grupos armados en el Gran Sáhara, además de fortalecer las capacidades militares de los países de la región bajo la Asociación para la Seguridad y la Estabilidad en El Sahel. Los líderes de esta región no ocultan su gran deseo de recibir apoyo logístico a las misiones de capacitación de las Naciones Unidas y la Unión Europea y el apoyo a la Unión Africana y la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental. Esto se podría traducir en el apoyo a los Estados y las instituciones para trabajar sobre el terreno reforzando las instituciones penales y judiciales que son esenciales para restablecer el estado de derecho en la zona.
La cumbre de Nouakchott será una oportunidad para exigir a los socios internacionales cumplir con los compromisos que se hicieron a fines del año 2018 durante la Conferencia de Donantes de Nouakchott e implementar el programa de inversión en los países del Sahel.
Con todas estas expectativas, los desafíos no pueden pasarse por alto en esta delicada circunstancia en la que la cumbre de Nouakchott se lleva a cabo, en medio de enormes retos a los que se enfrentan los Estados del Sahel y sus aliados, desafíos nada nuevos pero que la actual crisis sanitaria provocada por el coronavirus ha hecho más evidentes debido a la falta de recursos económicos con los que cuenta el G5 del Sahel.
El problema de la financiación sigue siendo el desafío más importante al que se enfrentan los Estados del Sahel. Sin una financiación sostenible, las fuerzas conjuntas no podrán llevar a cabo sus tareas para combatir el terrorismo y proteger las fronteras.
Además, todo esfuerzo para poner fin al terrorismo en la zona será poco eficaz si no se ponen en marcha programas de desarrollo que sean capaces de atraer a los jóvenes y ofrecer oportunidades de trabajo en los distintos sectores de la economía a la población implicada en los países del Sahel.
Francia, que anunció hace semanas la muerte del líder de Al-Qaeda en el Magreb Islámico Abdelmalek Droukdel, no habrá excluido la posibilidad de sufrir represalias por parte de la organización terrorista contra sus intereses y los de sus aliados.
Con el enfrentamiento abierto entre las distintas potencias en el conflicto de Libia y el surgimiento de una multitud de alianzas transcontinentales, parece que España, Francia y Alemania sienten la importancia de fortalecer la capacidad de los Estados del Sahel para abordar los desafíos y los nuevos cambios a los que se enfrente la región. Algo que supondría un muro de contención contra el caos y la guerra que amenazarían la seguridad de Europa en un escenario que hoy por hoy no parece imposible de realizarse.