Para llegar a ese repoker de ases, nuestra vicepresidenta y ministra de Economía tiene que vencer a sus dos rivales y como ella responsables de las Finanzas de sus países: el irlandés Paschal Donohoe y el luxemburgués Pierre Gramegna, dos países con menos peso político que España y que juegan precisamente esa baza, la de los estados pequeños o muy pequeños frente al dominio de los grandes.
Tanto Donohoe como Gramegna son conservadores, lo que puede representar una ventaja para Calviño si se miran los organismos europeos en su conjunto y quienes están al frente de los mismos. En la Comisión ya está la alemana Ursula von der Leyen y acaba de llegar para presidir el Consejo su anterior “jefa” en el gobierno alemán, Angela Merkel. Ambas representan a la Democracia Cristiana, la CDU, de signo parecido al Fine Gael de Paschal Donohue, y equiparable al Partido Demócrata de Lexemburgo en el que milita Pierre Gramegna. Este último, además, tiene en su contra la consideración de su país como un paraíso fiscal dentro de Europa.
Políticamente, la izquierda moderada europea estaría representada por Nadia Calviño, con más experiencia que sus rivales en los mecanismos de la Unión. Y sería también la baza de los países del Sur frente al dominio centroeuropeo que claramente representan las dos políticas alemanas, a las que habría que sumar a la búlgara Kristalina Georgieva , la directora general del Fondo Monetario, puesto en el que sucedió a la francesa Christine Lagarde, hoy flamante presidenta del Banco Central.
Posición de dominio político alemán y posición de dominio financiero franco-búlgaro, que cerraría el círculo de influencia con la española Calviño. Un hecho que hubiera sido imposible hace apenas diez años. Es verdad que por encima de cualquier otra consideración, ya sea de género o de partido, están sus conocimientos de la política económica y financiera internacional y sus experiencias en grandes organismos mundiales. Las cinco llevan muchos años pisando las baldosas de las grandes instituciones, tanto públicas como privadas.
Su ascenso al poder, antes del estallido de la pandemia a comienzos de 2020, es muy parecido en el tiempo. Georgieva llega al FMI en septiembre de 2019; Lagarde al BCE en noviembre de ese mismo año; von der Leyen lo hace en diciembre; y Merkel ha llegado al frente del Consejo este uno de julio donde estará hasta finales de año dado el carácter rotatorio del puesto. Calviño, antes de convertirse en vicepresidenta el 13 de enero de este año, ya era responsable de Economía desde junio de 2018 con el primer gobierno de Pedro Sánchez.
Más que sus recientes puestos de mando, lo que importa es su acumulada experiencia, que les hace haber vivido situaciones complejas y difíciles en sus países de origen ( Lagarde estuvo acusada de un escándalo de corrupción asociado al empresario Bernard Tapie ) con las que han creado su imagen de hoy. De sus decisiones en conjunto dependerá que España tenga acceso a los cientos de miles de millones de euros que necesitamos para salir de la crisis y de la forma en que haya que devolver la mayor parte de ellos.
Tendremos más “comprensión” por parte de las dos representantes alemanas, y muy poca por parte de la francesa y la búlgara. La presencia de la española puede y debe facilitar la negociación pero lo que es seguro es que con Calviño o con alguno de sus competidores al frente del Eurogrupo, las recomendaciones de control y exigencias van a ser muy parecidas.
Con los fondos de ayuda europeos España tiene dos problemas inmediatos: la cuantía de las transferencias y los préstamos, y el tiempo de llegada de los mismos. A mediados de este mes de julio está prevista la nueva reunión de los presidentes y primeros ministros para “desbloquear” y aprobar los primeros 750.000 millones de euros de ayudas y la forma de los mismos. Sánchez va a realizar una pequeña gira para convencer a los más reacios a los mismos, salvo la “incombustible” Holanda, que es la que encabeza el grupo de los duros. Si tiene éxito puede que los 77.000 millones que aparecen en la propuesta inicial como transferencias, o lo que es lo mismo dinero a no devolver, se confirmen, lo que daría un respiro al Gobierno y a España.
El resto del dinero que nos hace falta como país tendrá que llegar como préstamos a devolver, a largo plazo y con bajos intereses, pero a devolver. Ahí nacerán los problemas para Sánchez y sus socios del Consejo de Ministros. Tendrán que imponer duras medidas de ajuste, empezando por ellos mismos, y no sólo a los llamados ricos. Será la hora de adoptar las medidas impopulares que no le gustan a ningún Gobierno. Las tendrán que tomar por las buenas o las malas. Por las buenas colaborando al cien por cien con las autoridades comunitarias, algo que se verá en el envío de los Presupuestos en el mes de septiembre; por las malas con la intervención del país, algo que evitó Mariano Rajoy y que nos llevó a “pedir” 40.000 millones en la crisis originada en 2008 y que le valió, tres años más tarde al presidente del PP para llegar al poder con su primera y única mayoría absoluta.