Pablo Echenique, portavoz del grupo parlamentario de Podemos, y Pablo Iglesias.
Rafael Gómez Parra | Jueves 09 de julio de 2020
Nadie pondrá en duda que se pueda criticar a los grandes medios de comunicacioón que ejercen un gran poder mediático sobre la sociedad, pero Podemos y más concretamente el otro fundador de Podemos, Juan Carlos Monedero, ya tuvo que dejar el partido por la presión de los medios. Ya lo dijo Fraga cuando el franquismo abrió un poco la mano para permitir cierta apertura de la prensa: "No hay miedo a que los comunistas hagan un periódico, son pobres". Los medios de comunicación cuestan mucho dinero y están en manos de los ricos.
El líder mediático Pablo Iglesias ha desatado una nueva polémica al criticar las informaciones que la mayor parte de los medios de comunicación están dando sobre el increíble “caso Dina”, que cada día sorprende más por la la curiosa forma que tiene de llevar el asuntos el juez de la Audiencia Nacional Manuel García Castellón y las no menos improcedentes maneras de utilizar el tema por parte del propio Iglesias, los fiscales del caso y los abogados del susodicho. Todo un totuma revolutum que puede acabar como el rosario de la aurora, a farolas.
Es verdad que Iglesias utilizó el escándalo de la tarjeta robada a su asistente personal, Dina Bousselham, una antigua alumna suya en Ciencias Políticas, para superar la crisis provocada antes de las elecciones generales de 2019 por la ruptura con el sector de Iñigo Errejón y sobre todo la mala imagen que había dado comprando el casoplón de Galapagar, acusando a las “cloacas del Estado” de haber robado la tarjeta del móvil y de haber filtrado su contenido más perjudicial a la prensa.
Ahora parece que existen dudas de quien robó la tarjeta -alguien tuvo que ser- y sobre todo el juez no puede delimitar tanto quien filtró su contenido. Nadie puede afirmar con seriedad que no fueron las cloacas del Estado, pero tampoco lo contrario, así que acusar al comisario Villarejo o al propio Iglesias se ha convertido en una partida de tenis en la que los espectadores solo pueden girar la cabeza de un lado para otro hasta que el árbitro decida.
El poder mediático como el político o el económico o el religioso o el militar están en manos de los capitalistas que son los que han diseñado el sistema y las reglas de juego.
En un sistema democrático claro que se puede criticar a cualquiera de esos poderes pero teniendo en cuenta siempre que el árbitro del encuentro pita siempre a favor de los de casa. Y eso es lo que le está ocurriendo a Pablo Iglesias: tiene razón al criticar a los grandes medios de comunicación y a los periodistas que trabajan en ellos, pero cuando no les gusta las críticas el árbitro le saca la tarjeta amarilla y si sea pasa verá la roja.
Podemos y más concretamente Juan Carlos Monedero, ya sufrió el acoso de una prensa enemiga de la nueva formación que no cejó de sacar el tema de sus relaciones con Venezuela, hasta que tuvo que retratarse ante Hacienda y abandonar el partido.
Hasta ahora Pablo Iglesias ha conseguido sortear los ataques de una prensa que no le quiere gracias a sus éxitos electorales de unos votantes que han pasado por alto tanto la compra del chalet millonario como los intentos de Manuela Carmena de romper el partido y no parece que el caso “Dina” vaya a ser peor, pero todo va a depender de como salgan las elecciones futuras. Un tropiezo electoral le dejaría a merced de los medios.
También pasó una experiencia parecida su socio Pedro Sánchez cuando todos los grandes medios de comunicación se pusieron al lado de Susana Díaz, la candidata de Felipe González tras dar un golpe de estado contra Sánchez en la dirección del PSOE. Entonces, el actual presidente del gobierno sacó las uñas y acusó nada menos que a Juan Luis Cebrián y a “!El País” de conjurarse contra su persona. Tuvo suerte y finalmente ganó las primarias y eso hizo incluso que ”El País” cambiara de director por una mujer más afín a la socialdemocracia de Sánchez.De hecho creo que fue la única vez que Cebrián perdió una batalla política y eso selló su marcha definitiva tras más de 40 años mandando mucho.
Los medios de comunicación no están en manos de los redactores -quien paga manda- y ello es ampliable a los medios públicos donde los periodistas trabajan para un gobierno y para un partido político no para el bien común. Algún director ha habido que ha contado quien mandaba de verdad en su periódicos que nadie se haya asombrado de sus revelaciones que cada periodista ha vivido y vive en sus propias carnes todos los días.
Noticias relacionadas