Hay hiperinflación de noticias sobre la resistencia del Covid 19 a marcharse de España y muy pocas, por no decir que ninguna, sobre las condiciones en las que viven los temporeros que se han convertido en el punto de mira en la provincia de Lleida. No dejar que duerman en la calle, sobre cartones abandonados es un problema de contagio. El virus les ha llevado a un pabellón. La explotación les dejaba en el mayor de los desamparos.
Cada día, en cada medio informativo, la mayor parte de las noticias se centran en los más de cien casos de rebrotes de la pandemia, con imágenes de las irresponsabilidades que cometen los más jóvenes o las familias al juntarse más de lo permitido y sin mascarillas. Es un imposible sustraerse a ese martillo pilón que utiliza el miedo a los meses vividos para llevarnos, incluso, a recluirnos en casa , tanto sea por obligación como por temor.
Quieren desde el Gobierno o los gobiernos reactivar la economía, en especial el turismo en esta época, mientras los telediarios repiten una y otra vez que tenemos que llevar puesta la mascarilla hasta en la playa, que no podemos dar un paso por la calle sin ella, pero eso sí, podemos quitárnosla para comer en grupo durante dos horas.
Las masivas y repetitivas noticias sobre el virus y sus afectados, de los que poco o nada sabemos, al igual que poco o nada sabemos de lo que ocurre con esos nuevos contagios en los hospitales, ni sobre la evolución de los enfermos, tienen un contrincante muy poderoso a la hora de combatir por un espacio en los medios de comunicación: el Rey Juan Carlos y sus dineros árabes, ligados de forma inseparable a nuevos audios de la antigua princesa Corinna, hoy vuelta a su apellido Larsen, que habrían sido grabados en dos ocasiones en Londres por el encarcelado ex-comisario Villarejo.
Suena tragicómico pero es la realidad. Para los periodistas el Covid 19 y el Rey emérito forman un duo informativo insuperable, con alguna que otra incursión en los juzgados de la mano de sumarios sin resolver y cloacas públicas y privadas sin limpiar.
Algo de política electoral por aquello de que se han celebrado elecciones en Euskadi y Galicia, con muy buenos resultados para los que ya mandaban y bastante malos para el Gobierno de la Nación en general, y para su vicepresidente segundo y la coalición que representa en particular.
Cada día me tengo que hacer las mismas preguntas y me tengo que responder de la misma manera: ¿ qué hace el Gobierno para mejorar nuestro presente y asegurar nuestro futuro?, ¿ qué hace la oposición en su deber de control en ese mismo escenario?. Nada, ni uno, ni otra. Los escándalos reales y el miedo al contagio lo inundan todo, lo tapan todo. Se han convertido en dos gigantescos paraguas que impiden hablar de otras cosas, esas otras cosas que conforman de verdad la vida de los ciudadanos.
Si dejamos a un lado el combate contra el virus, ¿qué planes tiene el Ministerio de Sanidad para mejorar lo que hemos descubierto que funcionaba mal, que no estaba preparado para una auténtica situación de emergencia?. No sabemos de planes, de más inversiones en equipos, de más médicos que estén mejor pagados, de renegociar por necesidad visible las transferencias que se hicieron y que nos han llevado a que existan 17 modelos de Sanidad en este país.
¿ Hablamos del paro, que va a volver a subir hasta niveles imposibles de soportar por las familias y por el propio Estado ?. No. Y lo mismo podemos decir de las pensiones - si puede el sistema soportarlas - de la educación, con cuatro Ministerios dónde antes había uno y con las transferencias a las Comunidades por medio.
En septiembre tendrá el Gobierno que mandar a Bruselas su Plan para el año próximo, los Presupuestos Generales del Estado. Quedan apenas dos meses, con vacaciones por medio, y no se conoce nada de los mismos. Europa nos exige que antes de mandarnos el dinero que necesitamos con urgencia le expliquemos lo que vamos a hacer con nuestros propios recursos. Y que para que sean creíbles deberían llegar a la Comisión europea y al BCE con el apoyo de gran parte de la oposición. Que demos la imagen de un país unido para salir de la crisis. Hoy, casi un imposible.