Por Henar Hernández / Atalayar
La organización nacida en Egipto ha conseguido importantes avances en su proyecto de suplantar al Estado tunecino, que podría tener el impulso definitivo gracias a la crisis política que se avecina
Este miércoles por la tarde se consumaba lo que ya estaba cantado: el primer ministro de Túnez, Elyes Fakhfakh, presentaba su dimisión ante el presidente del país, Kais Saied, tras una reunión en el Palacio de Cartago en la que también estaba presente el secretario general del mayor sindicato tunecino, UGTT, Noureddine Tabboubi, y el presidente del Parlamento y líder del partido Ennahdha, Rached Ghannouchi, figura esta última que se ubica en el centro de la polémica.
Según los medios locales, el ya ex jefe del Gobierno ha renunciado a su cargo tras verse envuelto en un escándalo de corrupción por la adjudicación de contratos públicos a empresas privadas en las que él poseía acciones. Sin embargo, él siempre ha negado su implicación, lo que deja la puerta abierta a que tras su renuncia se encuentren las incesantes presiones a las que se ha visto sometido por la principal fuerza política del Parlamento, el partido Ennahdha, de corte islamista y con vinculación con la organización de los Hermanos Musulmanes, nacida en Egipto y considerada como terrorista por la gran parte de la esfera árabe, incluido su país natal.
La formación política ya amenazó hace apenas una semana con presentar una moción de censura que podría derribar al Gobierno tunecino. Sin embargo, sus 54 escaños no eran suficientes para poder iniciar los trámites, así que se vio obligada a recurrir a otros partidos con presencia en la Asamblea, como la segunda fuerza en la cámara, Qalb Tounès (Corazón de Túnez), liderado por el magnate de los medios de comunicación -que también fue candidato presidencial mientras estaba en prisión preventiva por blanqueo de dinero- Nabil Karoui; y Al Karama (Corriente de la Dignidad), de corte salafista encabezada por el ultraconservador Seifeddine Makhlouf, defensor de la aplicación de la Sharía. Un cóctel explosivo que dio sus frutos con el arranque del procedimiento de la moción, escasas horas antes de la renuncia del primer ministro, con la presentación de una propuesta con 105 firmas, a tan solo cuatro más de las necesarias para que sea admitida a trámite por el Parlamento.
AFP/FETHI BELAID - Sesión parlamentaria en el parlamento de Túnez
¿El resultado? La dimisión de Fakhfakh, cinco meses después de asumir el cargo, lo que abre una significativa crisis política en el país y obliga al presidente a nombrar a un nuevo jefe del Gobierno, que deberá ser ratificado por la mayoría absoluta del cuerpo de los diputados. ¿El problema? Que tan solo tiene 30 días -si bien pueden ser ampliados por un periodo igual- para buscar el entendimiento en la Asamblea, que quedó totalmente fragmentada tras las elecciones legislativas del pasado mes de octubre: más de 20 formaciones distintas a las que se le suman parlamentarios independientes con agendas propias.
Y este escenario caótico resulta muy apetecible para los grupos más insurgentes y extremistas, que hacen del desconcierto y la confusión su mejor baza para imponer sus intereses y sus programas aprovechándose del vacío de poder. En este punto, entran en escena los Hermanos Musulmanes, cuyo brazo político en Túnez está representado por Ennahdha, según han denunciado en reiteradas ocasiones las fuerzas opositoras, como la liderada por la abogada Abir Moussi, también dirigente del Partido Desturiano Libre (PDL) que anunció, el pasado mes de junio, que su partido iba a presentar un nuevo proyecto de resolución para clasificar a la Hermandad como una “organización terrorista” y un movimiento considerado “hostil para el Estado civil”. “Cuando consulto las proclamas de Ennahdha llamando a la lealtad islamista respecto a la doctrina de los Hermanos Musulmanes, vemos que es hora de que presentemos un proyecto de moción que clasifique a la Hermandad como un grupo terrorista”, declaró entonces.
También llamó a enjuiciar a cualquier persona física o jurídica tunecina que tuviese vínculos con esta organización, con el amparo de la Ley Antiterrorista del año 2015, y solicitó la retirada de la confianza del presidente del Parlamento, Rached Ghannouchi, por sus lazos con los Hermanos Musulmanes.
AFP/FETHI BELAID - Abir Moussi, líder del Partido Desturiano Libre
El líder de Ennahdha se ha convertido en los últimos años en una de las personas más poderosas del país, sobre todo, tras su regreso desde Londres, donde había permanecido dos décadas en el exilio durante el Gobierno de Ben Ali. Su simpatía por la Hermandad comenzó en la capital siria, Damasco, durante su tiempo como estudiante en la Universidad de aquella nación. De acuerdo con la obra titulada Rachid Ghannouchi: A Democrat Within Islamism (2001), del autor Azzam S. Tamimi, el actual dirigente de la Asamblea recibió la influencia de uno de sus profesores, Adib Salah, que le introdujo en la corriente islamista hasta tal punto que el 15 de junio de 1966, Ghannouchi acogió el “islam original” y renunció tanto al “nacionalismo laico” como al “islam tradicional”. Toda su trayectoria ha estado marcada por un objetivo: alcanzar un Estado islámico, si bien es cierto que ha ido moderando sus aspiraciones -ha promovido, por ejemplo, la igualdad de género o ha mostrado una cierta tolerancia hacia “las actitudes morales liberales”- con el paso del tiempo con el objetivo de ir ganando cada vez más adeptos, como así ha quedado demostrado con su victoria de Ennahdha en los comicios de 2019.
Pero sus orígenes, más radicales, no han desaparecido. Ghannouchi y su formación han tenido que hacer frente en los últimos tiempos a numerosas polémicas en las que se les acusa de trabajar para los Hermanos Musulmanes, que siguen manteniendo una agenda extremista para la región MENA -Middle East&North Africa-. Por ejemplo, la fuente de su riqueza, valorada entre 1.000 y 8.000 millones de dólares, de acuerdo con el medio Al-Ain, es desconocida, aunque algunos activistas del país la relacionan con las “grandes sumas de dinero que han llegado a Túnez, principalmente desde Qatar y Turquía, para financiar la actividad de los Hermanos Musulmanes”, como recoge el analista Pablo Rubio en Atalayar.
Otro reciente movimiento que ha despertado las sospechas es la imposición del ‘zakat’ en algunas localidades del país, como Al-Karam, ubicada cerca de la capital. Este mecanismo para la recaudación de impuestos es el que “se ha observado en las sociedades islámicas tradicionales” y está prescrito por el Corán como “uno de los pilares de la fe”, según apunta Rubio. “¿Por qué es significativo que Ennahdha haya dado este paso en una pequeña localidad? Básicamente, este movimiento deja entrever la voluntad de los dirigentes del partido de minar las instituciones secularizadas del país y sustituirlas por otras en las que religión y poder público vayan de la mano. Además, el dinero recaudado a través del ‘zakat’ no está sujeto a ningún control por parte de la administración. Por este motivo, dicho mecanismo podría servir para camuflar la entrada en el país de flujos de dinero de otros miembros de la Hermandad por todo el mundo sin que fuesen fiscalizados”, escribe el analista en Atalayar.
PHOTO/KHALED NASRAOUI - El líder del partido islamista Ennahdha, Rached Ghannouchi
Al partido islamista y a su dirigente también se les ha acusado de tomar parte en la guerra civil libia, abierta desde 2011, en la que se enfrentan el Ejército de Liberación Nacional (LNA, por sus siglas en inglés) y el Gobierno de Unidad Nacional (GNA, por sus siglas en inglés). Este último bando, que ha recibido el apoyo de Turquía, Qatar y los Hermanos Musulmanes con financiación y envío de armas y mercenarios a la contienda, es con el que se vincula a Ghannouchi, que ha estado en contacto con destacamos miembros de los Gobiernos de Ankara y Doha “para favorecer los intereses de los islamistas libios presentes en el GNA”, señala Rubio.
Este movimiento del líder de Ennahdha ha supuesto la apertura de una brecha con la Presidencia del país, que ha tratado de mantener una postura neutral en el conflicto de la nación vecina. Sin embargo, se han conocido acciones que la cuestionan, como la utilización del puerto tunecino de La Goulette por parte de buques del Ejército turco que previsiblemente iban a desarrollar operaciones en el marco de la guerra libia o los encuentros que han mantenido Kais Saied y el presidente de la nación euroasiática, Recep Tayyip Erdogan, en los que supuestamente este último le ha pedido apoyos suplementarios para el GNA.
AFP/FETHI BELAID - Los diputados tunecinos durante una sesión plenaria dedicada a debatir una moción presentada por el Partido Desturiano Libre y la situación en Libia, el 3 de junio de 2020
En cualquier caso, el mandatario tunecino tiene una ardua tarea por delante: buscar un candidato que reemplace a Fakhfakh, pero que no caiga en las redes de los Hermanos Musulmanes, que han conseguido en los últimos tiempos importantes avances en su proyecto de suplantar al Estado tunecino. Es complicado, porque al necesitar la mayoría absoluta del Parlamento requiere la aprobación de la formación mayoritaria, Ennahdha, y ahora que ha “conseguido” esta victoria política, presionará para lograr un candidato afín que le ayude a completar su agenda islamista. Si pasados 60 días el aspirante de Saied a la jefatura del Gobierno no logra la confianza de la cámara, tendrá que convocar elecciones, lo que volvería a abrir un periodo de inestabilidad e incertidumbre política que también beneficiaría a los Hermanos Musulmanes. Pase lo que pase, tanto si entra un nuevo primer ministro como si se tienen que celebrar comicios, probablemente la organización egipcia saldrá ganando.