Presidenta y alcalde, con sus respectivos equipos de fieles detrás, ya saben que en Madrid se muere políticamente con extraordinaria facilidad si desde el núcleo central del Partido Popular se atisban más ambiciones de las permitidas. Le ocurrió a Alberto Ruíz-Gallardón, le ocurrió a Esperanza Aguirre, y terminó de forma cruenta y rápida con Cristina Cifuentes.
Lo mismo ocurre en el resto de las formaciones pero hoy por hoy el doble poder de las dos administraciones está en manos de los populares. Ayuso y Almeida fueron apuestas personales de Pablo Casado, que quería y tenía que renovar el partido tras el triunfo de la coalición de Podemos y el PSOE en el Ayuntamiento y casi, casi en la Comunidad. Meses después y con la crisis del Covid 19 por medio las disputas entre los dos dirigentes son palpables y la elección del presidente del partido, también. El alcalde se ha convertido en portavoz del partido, con una buena imagen entre los ciudadanos, mientras que la presidenta regional tiene que batirse cada día con una oposición que está más en el interior de su partido que en una izquierda cada vez más dividida y sin un candidato dispuesto a combatir por el sillón de la Puerta del Sol.
El ala más conservadora y católica del PP ha ganado la batalla y los más liberales la han perdido. Si a nivel nacional la caída de Cayetana Alvarez de Toledo es la más visible de las pruebas, en el ámbito madrileño lo es tanto la subida de Martínez Almeida como la composición del Comité Ejecutivo del partido. La clave no está en los dos intocables, los dos dirigentes que llevan toda su vida política en puestos de responsabilidad pero sin ambicionar ninguno de ellos convertirse en líderes de la formación: Pio García Escudero y Juan Carlos Vera.
El primero, que ha sido el senador más votado de España y ha ocupado la presidencia de nuestra Segunda Cámara, es el comodín perfecto para utilizar cuando aparecen ambiciones enfrentadas. Capaz de trabajar con José María Aznar y con Mariano Rajoy; de lograr que entre Ruíz- Gallardón y Aguirre la sangre no llegara al rio; de hacerse cargo del partido en su Comisión gestora cuando Cifuentes y Garrido quisieron tener voz propia frente al aparato central del partido.
Si García Escudero lleva trece años como presidente regional de la formación conservadora, tal vez gracias a su condición de arquitecto capaz de participar en la reparación de la catedral de Burgos y diseñar al mismo tiempo viviendas sociales sostenibles; el segundo, Juan Carlos Vera lleva en el Congreso ocho Legislaturas, desde el año 1993 hasta hoy, y el mismo periodo dentro de uno de los despachos de la sede central de la calle Génova. Sabe todo lo que hay que saber sobre legislación electoral y sobre la financiación legal de los partidos, le han rozado los escándalos como la Gurtel o Bárcenas pero ha salido de los mismos sin que le afectase en sus cometidos.
Son la neutralidad personificada, algo que no ocurre con la nueva secretaria general, Ana Camins Martínez del Valle, hija de la que fue regidora de Villaviciosa de Odón y consejera de Sanidad, de probada confesión religiosa, y que vio como una avispada, compañera y adversaria, Diaz Ayuso le adelantaba en las listas electorales hasta convertirse en candidata y presidenta de la Comunidad. Un problema que ha quedado latente y que hunde sus raíces en la intención final del líder del PP, Pablo Casado: si Ayuso cae por una posible moción de censura que presenten el PSOE y Ciudadanos en la Comunidad, su sustituta será Ana Camins, que además tiene el apoyo de Teodoro García Egea.
La nueva estructura del PP a nivel autonómico en Madrid permite ver la formación de los nuevos grupos de intereses y ambiciones hacia el futuro. Sube Enrique Serrano, vicealcalde de Villanueva de la Cañada, como coordinador del área oeste, al igual que lo hacen Ignacio Vázquez, alcalde de Torrejón de Ardoz y Jorge García alcalde de Colmenar Viejo; junto a ellos Mirene Presas y Manuel Isoldi, a la e