Oriol Junqueras y Pedro Sánchez en el Congreso.
Rafael Gómez Parra | Martes 29 de septiembre de 2020
La inhabilitación de Torra, el veto al Rey y el indulto a los presos es un paso más hacia el gobierno PSOE-ERC en Cataluña
Los políticos españoles ()y catalanes) siguen aceptando que los jueces hagan el trabajo sucio que ellos no se han atrevido a realizar en su momento. Ya ocurrió con Mariano Rajoy al frente del gabinete de Madrid y sigue pasando lo mismo con el ejecutivo de Pedro Sánchez.
La única diferencia es que el PP no tenía alternativa en Cataluña y el PSOE si puede optar a entrar en la Generalitat con ERC si Oriol Junqueras se decide por fin a romper con Puigdemont sin que le acusen de botifler y traidor.
El plan que está siguiendo Pedro Sánchez se ve cada vez más claro: intentar despegar a los republicanos catalanes de la derecha pujoliana para ir a un govern del progreso en Cataluña que imite la coalición PSOE-Podemos de Madrid. Para ello tiene que convencer a los Junqueras, Aragonés y Rufián de que Sánchez se ha vuelto republicano .de ahí el veto a Felipe VI en Barcelona- de que va a indultar a los presos y sobre todo que va a meter en cintura al Poder Judicial que los independentistas consideran -junto a la Guardia Civil y al Ejército- como los últimos bastiones del franquismo. La Iglesia no porque Junqueras es más católico que el Papa.
Hasta ahora, los planes de Sánchez siguen adelante e incluso le viene bien al PSOE y sobre todo a ERC, la inhabilitación de Quim Torra convertido de la noche a la mañana en un juguete roto que ya no podrá usar Carles Puigdemont cada vez más aislado en Bélgica tras la ruptura con el ala moderada de JxCat.
El único problema es si de aquí al 5 de febrero, fecha en la que probablemente se celebrarán las elecciones catalanes, a Sánchez le da tiempo a convencer del todo a Junqueras de que España va camino de una República y de un referéndum catalán con todas las consecuencias. El propósito secreto del presidente socialista no es tanto ir de verdad va ello, sino de persuadir a los republicanos catalanes de que cualquier otro gobierno en Madrid -incluido uno nuevo del PSOE- seria peor. Algo así como o nos salvamos todos -Pablo Iglesias incluido- o perecemos en el intento.
En cualquier otro momento de la historia de la España monárquica -antes de la dictadura franquista- lo que está ocurriendo entre el Rey y el gobierno o la situación en Cataluña hubiera dado lugar a rumores de golpe de Estado, algo impensable en la Europa del siglo XXI. Más bien estamos entrando en unas peleas casi de tipo personal -donde las ideologías cada vez cuentan menos- donde sea “normal” que el ministro de Justicia esté enfrentado al presidente del poder Judicial, o que el Rey acabe por no hablar con el jefe del gobierno.
Y todo ello frente a la indiferencia de unos ciudadanos que o pasan de todo o se convierten en simples forofos de las siglas de turno, lo mas parecido a los hinchas de los equipos de fútbol.
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